Diario de León

«Las fuerzas ocupantes tienen la obligación de proteger la llegada de la ayuda humanitaria» La Comisión Europea

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el pasado mes de diciembre en Londres entre seis partidos de la oposición. El resto, sobraba. Unos 20.000 chiíes salieron a la calle para rechazar, una vez más, a Sadam y América, casi al mismo tiempo que los participantes en la conferencia iban llegando a la base aérea de Tallil, junto a Ur. Allí, bajo el zigurat, se colocó una tienda de campaña blanca en la que se dieron cita las personalidades que, en opinión del secretario de Estado, Colin Powell, «representan los puntos de vista de todos aquellos que han estado luchando desde el exterior, así como los de aquellos que ahora gozan de libertad en el exterior». Washington insiste en que su función es establecer una autoridad iraquí interina tan pronto como sea posible. Londres, por su parte, asegura que la función de la coalición no es formar la administración de la postguerra, sino ayudar a que los iraquíes la construyan. Pero Jay Garner estará al frente un mínimo de seis meses, y eso no gusta a grandes sectores de la sociedad iraquí. Las de Nasiriya no fueron las únicas protestas. Al menos doce personas murieron y más de cien resultaron heridas en Mosul cuando los soldados estadounidenses abrieron fuego para repeler el ataque de una turba encolerizada y responder a los disparos efectuados por tiradores camuflados entre la muchedumbre. Los soldados realizaron los primeros disparos en el momento en el que la muchedumbre intentaba asaltar el edificio en el que los líderes de las etnias locales celebraban una reunión para designar al árabe Mishaar al Jabari como nuevo gobernador de la provincia. Muy poco antes, los manifestantes incendiaron un coche de color gris delante de la verja del recinto, y lanzaron una lluvia de piedras que obligó a los soldados estadounidenses a refugiarse dentro del edificio. La protesta comenzó a tomar un cariz agrio cuando los representantes árabes y kurdos, y un teniente coronel del Ejército de EE. UU. salieron hasta el umbral de la puerta principal de la sede de la gobernación y fueron abucheados por los manifestantes. Después, llegaron los tiros. La guerra no ha terminado. Quienes hayan conseguido sobrevivir a las bombas, pueden perecer ahora fácilmente en uno de los incidentes que a diario se registran en Irak. Hay gente armada por todas partes, milicias privadas o improvisadas vigilando edificios, intereses o propiedades por convicción o encargo. Y aún más gente que ambiciona, con la confianza que dan las armas, lo que los primeros custodian. A falta de servicio de orden público, no es raro verse inmerso en un tiroteo o en el punto de mira de un francotirador. La situación se parece cada vez más a los peores días de la guerra civil del Líbano, que duró 15 años, sólo que, en Irak, en principio, se diría que ya ha comenzado la postguerra. Está claro que si la guerra ha sido un paseo militar, la paz no será un camino de rosas.

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