Los todavía diez nuevos candidatos de la Europa comunitaria no serán miembros de pleno derecho hasta mayo del próximo año
Los Quince se convierten en 25
El Ágora de Atenas, esa plaza pública que vio nacer la democracia como sistema político, sirvió ayer de escenario para dar
Sustantivos como «reunificación» o adjetivos como «histórico» fueron los más pronunciados por los líderes que se desplazaron a Atenas con el fin de arropar a los nuevos países en la solemne firma de los tratados de adhesión. Ahora ya nada debería impedir que, en mayo del 2004, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Polonia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Malta y Chipre se conviertan en miembros de pleno derecho de la UE. «Ahora tenemos las condiciones para crear una nueva Europa, mucho más fuerte», manifestó el primer ministro griego y presidente de turno del Consejo, Costas Simitis, mientras el jefe de la diplomacia comunitaria, Javier Solana, hablaba del nacimiento de un auténtico coloso. Especialmente emotivo para los antiguos países comunistas fue el calculado discurso del canciller alemán, Gerhard Schröder, quien proclamó que su país, en tanto que inductor de la Segunda Guerra Mundial, fue también el «principal responsable de la división» habida en la casa europea, si bien se felicitó de que se haya culminado felizmente esta separación. El presidente español, José María Aznar, recalcó que este proyecto era la «gran ambición» para los políticos que, como él, no conocieron la guerra, «pero que sí estamos comprometidos con los valores de la libertad, democracia y prosperidad». «Hoy es un buen día para Europa que hay que convertirlo en una oportunidad continua. Ojalá lo podamos conseguir por el bien de la libertad y de la Unión Europea», dijo Aznar, que subrayó la necesidad de acometer las reformas institucionales que requiere la comunidad ampliada para evitar su debilitamiento. Simitis añadió los calificativos de «seguridad, estabilidad y paz», mientras el premier británico, Tony Blair, también consideró la «protección social» como un valor de la Unión. Jacques Chirac, sin embargo, fue un poco más allá. El presidente de francés recalcó que la nueva UE debe contribuir «a formar un mundo multipolar», poniendo así en primer plano el viejo debate de que Europa debe jugar un papel en el concierto internacional que esté a la altura de su poderío económico y que, de alguna forma, ejerza como una especie de contrapeso ante Estados Unidos. De hecho, la Comunidad estará integrada en el 2004 por 25 Estados, será el primer mercado del mundo, sólo será superada en población por China e India, pero si algo quedó ayer claro es que tiene que mejorar y reforzar urgentemente su maltrecha Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) a fin de evitar las imágenes de división y enfrentamiento interno que brindó la crisis de Irak, un conflicto que en todo momento planeó sobre esta cumbre. Pero ayer era un día de celebraciones, histórico, que hizo que las disputas bascularan hacia un segundo plano. Los todavía diez países candidatos deberán continuar hasta finales de año con el proceso de trasposición a sus legislaciones de los más de 80.000 folios que contienen el acervo comunitario. Algunos de estos socios se incorporarán al club comunitario con serios problemas, pues basta recordar que la renta media de un ciudadano de Letonia es casi tres veces inferior a la de un español o que el salario mínimo de todos estos Estados es cuatro veces más bajo que el de la UE. Y aun así, si algo quedó claro ayer a los pies de la Acrópolis ateniense es que el telón de acero y el muro de Berlín se convirtieron sólo en dolorosos recuerdos.