Diario de León

La memoria de la humanidad ha sido saqueada durante la guerra de Irak

El «memoricidio»

Un marine vigila el baño de dos colegas en la lujosa piscina que Sadam tenía en su palacio de Tikrit

Un marine vigila el baño de dos colegas en la lujosa piscina que Sadam tenía en su palacio de Tikrit

Publicado por
Miguel Lorenci Especial para MADRID.
León

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«Un memoricidio». Así califica el arabista y catedrático Pedro Martínez Montávez la destrucción sistemática del rico patrimonio cultural iraquí. Un bárbaro memoricidio que no respetó una de las cunas de la civilización en un delirio destructivo que comenzó por el incendio de la Biblioteca Nacional, los archivos y el Museo Arqueológico de Bagdad, asolados sin contemplaciones en los estertores de la segunda guerra del Golfo sin que las tropas invasoras hicieran nada por remediarlo. Se extendió después a museos palacios y monumentos dispersos por toda la geografía iraquí, incluida la mítica Babilonia. Una catástrofe ante la que la Unesco ha reaccionado tarde creando un fondo especial para paliar el desastre. En estas tierras ahora saqueadas nació la escritura hace cinco milenios y se redactó el primer código legal del que se tiene noticia hace casi cuatro mil años -del mítico legislador Hammurabi (1792-1750 a.c.)- y se impulsaron las todas las ciencias, de la astrología a la numerología, pasando por la medicina, además de la arquitectura y el urbanismo, la legislación y las bellas artes. Con el asalto e incendio de estos centros de conocimiento se ha reducido a cenizas un saber milenario y se han perdido para la historia buena parte del riquísimo patrimonio artístico acumulado en una de las cunas de la civilización, la antigua Mesopotamia, que acogió civilizaciones como la sumeria, acadia, caldea, la babilónica y la asiria, entre otras, y por la que se extiende un rosario de monumentos únicos y de incalculable valor alzados a lo largo de seis milenios. Aunque tarde, saltaron todas la alarmas de la Unesco, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, que celebró una reunión de urgencia en París el Jueves Santo en la que se decidió crear un fondo especial para salvar lo que queda del maltrecho patrimonio iraquí. El fondo se alimentará con aportaciones voluntarias de los países miembros de la Unesco y ONG. Los responsables de la Unesco, tras denunciar y lamentar la situación, preparan el envío de una misión exploratoria que permita calibrar el alcance de los desmanes, así como crear un cuerpo de policía de patrimonio que actúe sobre el terreno. Y eso que este organismo supranacional había pedido al inicio del conflicto a los aliados que su bombardeos salvaguardaran el patrimonio arqueológico y cultural. Así se lo pidió el director general de esta agencia de Naciones Unidas, el japonés Koichiro Matsuura, a las autoridades estadounidenses mucho antes de que llegaran los saqueos. Unas demandas que se repetían en las últimas horas, ya que según denunció Matsuura «peligran veinte siglos de historia escrita del humanidad». A pesar de todo, las bombas y la más bárbara sinrazón se cebaron también a mediados de la semana santa en los museos de Tikrit, la norteña ciudad natal de Sadam Huseín, lo mismo que el museo de Mosul, la capital petrolera, el museo de Arte contemporáneo de Bagdad o los palacios Abbasid y Bal al-Wastani, de la capital que atesoraban una colección de objetos de la extinta monarquía iraquí. La semana se cerraba con la noticia de la destrucción en Babilonia del complejo arqueológico sumerio y sus instalaciones y del museo de Hammurabi, de nuevo ante la pasividad de las tropas estadounidenses y británicas. Babilonia, donde el régimen de Bagdad reconstruyó los míticos jardines colgantes y parte de la torre, fue también la capital de Nabucodonosor, rey de los caldeos, que extendió el imperio babilonio hasta el Mediterráneo seis siglos antes de nuestra era. Los arqueólogos y los conservadores de museos como el Louvre y el British han recordado con desolación que la pasividad militar en la protección de bienes culturales contraviene la Convención de la Haya de 1954, que obliga a proteger este patrimonio a las partes en conflicto. Recuerdan además como un grupo de especialistas norteamericanos señaló al Pentágono antes del conflicto las existencia de al menos 5.000 enclaves necesitados de protección. Un semana después de iniciarse la ola de vandalismo dimitían en Washington Martin Sullivan, principal asesor cultural del presidente Bush, y Gary Vikan, miembro del mismo comité asesor, quienes denunciaban la «destrucción sin sentido del Museo Arqueológico de Bagdad». Estos altos funcionarios lamentaron que mientras que la fuerzas de su país protegían con «extraodinaria precisión» las instalaciones petrolíferas, «fallaron en la protección de la herencia cultural de Irak». «La tragedia era previsible y se podía prevenir» escribió Sullivan en su carta de dimisión aludiendo a la destrucción y saqueo del museo y la biblioteca de Bagdad. Persisten aún los temores de que la barbarie en un país sin ley siga aniquilando el inigualable patrimonio de la antigua Mesopotamia. Monumentos como la torre en espiral de Samarra, la puerta de Ishtar en Babilonia, la capital del imperio sumerio que daba acceso a la mayor fortificación de la historia, la muralla de Nínive que cerró en el siglo XII antes de Cristo la ciudad más rica y poderosa de Mesopotamia. También el arco de Tesifonte, el más ancho del mundo realizado con ladrillo, el zigurat de Ur, templo construido dos milenios antes de Cristo en la que según la Biblia es la ciudad natal de Abraham. De todas estas localizaciones se han saqueado piezas que los expertos temen engrosen durante años el mercado negro y que incluso lleguen a las casas de subastas. Llega el gran negocio del pillaje.

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