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La carrera por la sucesión de Aznar es cosa de dos

Publicado por
León

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«En la carrera de la sucesión ya sólo quedan dos». En el seno del Gobierno y de la dirección del Partido Popular ha cundido en los últimos meses la sensación de que las dificultades que atraviesa el Ejecutivo desde el pasado verano, agravadas por la guerra de Irak, se han llevado por delante las aspiraciones de Jaime Mayor Oreja de ser designado sucesor de José María Aznar en la candidatura a la presidencia del Gobierno. En esa tesitura, en la margarita que deshoja el presidente del Gobierno sólo quedarían dos nombres, Rodrigo Rato y Mariano Rajoy. La convicción de que el PP no sólo no podrá revalidar la mayoría absoluta en los comicios generales del próximo año, sino que tendrá que batirse el cobre para ser el partido más votado, ha redefinido el perfil del candidato. «Debe ser quien tenga más posibilidades de ganar y de recuperar las relaciones con nuestros socios», afirman en la sede popular, donde cada vez son más los que piensan que Rato y Rajoy son los únicos que pueden afrontar el reto. Pero todo está abierto hasta los resultados del 25 de mayo. El debate sucesorio ha quedado en suspenso, no tanto porque Aznar haya dado instrucciones de que «ahora no toca» sino porque el desconcierto sobre cuáles serán los resultados de las elecciones de mayo impide hacer previsiones. Nadie en el PP se atreve a aventurar cual será la situación en la que se encontrará el partido a primeros de junio. Las encuestas no ayudan a vencer el pesimismo que ha inundado a los responsables de la organización -algunos muestreos internos han llegado a colocar al PP diez puntos por debajo del PSOE- y pocos creen los presagios de Aznar de que el pronto fin de la guerra de Irak ayudará a superar el bache y de que, al final, los ciudadanos comprenderán y respaldarán con sus votos la posición adoptada por el Gobierno en el conflicto. Los estrategas del PP barajan tres escenarios: el más optimista apunta un leve descenso en mayo, atribuible sobre todo al «desgaste lógico» de la acción de Gobierno, que no alteraría el equilibrio actual de fuerzas ni haría al partido perder sus plazas más emblemáticas. En ese caso, la sucesión transcurriría por los cauces previstos. Son más los que prevén escenarios más pesimistas: un descenso electoral considerable, aunque «salvando los muebles», o una debacle con pérdida significativa de poder local. En ambos casos, la carrera tendría que resolverse en junio para dar tiempo al elegido a tomar protagonismo.

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