LEÓN PIERDE A LUIS ALONSO LUENGO
Alonso Luengo entristece con su muerte a las letras leonesas
El escritor y académico astorgano Luis Alonso Luengo falleció en la madrugada del Domingo de Resurrección en su domicilio de Madrid. Cronista oficial de Astorga y Hospital de Órbigo, Medalla de Oro de la Provinci
Hombre además de curiosidad inagotable e investigador impenitente, la muerte le sobrevino a los 95 años de edad, después de haber mantenido una intensa actividad hasta hace apenas unos meses, cuando sus energías comenzaron a agotarse. Quienes le conocieron aseguran que en su cabeza guardaba todo un siglo de la historia de León, y le definen como un gran humanista, capaz de escribir de cualquier cosa y conversador extraordinario. El Ayuntamiento de Astorga ha decretado dos días de luto oficial en la ciudad. Luis Alonso Luengo había nacido en Astorga en 1907, y en esta ciudad dio rienda suelta a sus primeras inquietudes en el mundo de la literatura. Sin embargo su carrera profesional le llevaría a Madrid, donde transcurrió la mayor parte de su vida, salpicada siempre de continuas visitas a su tierra, en la que hasta el día de hoy se conserva la casa familiar. Tras realizar la licenciatura de Derecho comenzó a ejercer como juez de primera instancia en Benavente. Años después desarrolló su carrera como magistrado del Tribunal Supremo, donde llegó a ser la máxima autoridad del país en materia laboral. Como magistrado se jubiló ya superados los setenta años de vida. Al margen de su carrera en la magistratura, Luis Alonso Luengo fue también académico de la Real Academia de la Historia, un terreno en el que desarrolló buena parte de su labor literaria. Esta inquietud había comenzado en la adolescencia, junto con Ricardo Gullón y Leopoldo y Juan Panero. Todos ellos fundaron en 1925 la revista literaria La Saeta, con apenas 18 años; y tres años más tarde crearon Humo. Alonso Luengo probó también el género satírico con El mosquito, que nació en 1929 y de la que sólo vio la luz un número. La colaboración con los medios de comunicación fue una constante en su vida, especialmente con los relacionados con la maragatería. También fue miembro fundador de La Voz de la Cepeda y la Maragatería y de El faro astorgano. Su producción literaria comenzó en 1929 con el libro de poesía Estampas y Madrigales. Sin embargo, más tarde abandonaría esta faceta para dedicarse de manera más intensa al ensayo y los relatos históricos, sin olvidar algunas novelas. En el mismo año de su primer libro de poesía publica, junto con Ricardo Gullón y Leopoldo Panero, Guía artística y sentimental de Astorga, que se considera la primera guía turística de la ciudad bimilenaria. La memoria de Astorga Quienes le conocen le califican a menudo como «la memoria de Astorga», y afirman que en su cabeza guardaba todo un siglo de historia. Una afición que heredó de su padre, a quien él mismo definía como un investigador de la historia medieval astorgana. Conversador extraordinario y magnífico fabulador, hombre de gran formación humanista, con una cultura que abarcaba todos los ámbitos y lector e investigador incansable. Martín Martínez le define como un «auténtico hombre del Renacimiento», y asegura: «Escribía de todo, y lo hacía bien». A Astorga volvía cada vez que sus obligaciones profesionales se lo permitían, e incluso en los últimos meses, cuando las fuerzas ya le fallaban, mantenía intacta su curiosidad por conocer todo cuanto acontecía en esta ciudad y en la provincia. En los últimos años, uno de los momentos más felices para este cronista fue la celebración del bimilenario de la ciudad de Astorga, un acontecimiento en el que participó activamente, primero con su aportación de datos y conocimientos y después con su presencia en cada uno de los actos que se organizaron con tal motivo. Tampoco quiso perderse otro gran acontecimiento celebrado en la ciudad, la exposición Las Edades del Hombre, a cuya inauguración acudió en los primeros días de mayo del 2000. Allí recorrió de nuevo la Catedral y las calles que tantas veces había repasado en sus escritos. Orgulloso cronista Entre las distinciones que guardaba con más orgullo estaban la Medalla de Oro de la Provincia, y la de Leonés del Año, que recibió en 1977. Pero Luis Alonso Luengo presumía sobre todo de su carácter de cronista oficial, de su tierra, Astorga, y de Hospital de Órbigo, con el que le unían lazos familiares. No olvidó nunca las obligaciones que se derivaban de estos cargos. Su amigo Lorenzo López Sancho repetía a menudo: «Sólo tengo una envidia, que Luisín es cronista de la ciudad de Astorga y yo lo soy sólo de la villa de Madrid». El pasado mes de diciembre recibió también el homenaje de la Casa de León en Madrid, junto con los otros presidentes que ha tenido la institución. Su salud le impidió ya entonces estar presente en un acto en el que se recordó su labor como fundador de esta institución, así como su colaboración en las gestiones para adquirir la actual sede, en la calle del Pez. Escritor prolífico Autor de obras como La invisible prisión, o La cigüeña del palacio; El teatro en Astorga; La ciudad entre mí; Santo Toribio, Obispo de Astorga; Don Suero de Quiñones;... su producción literaria tuvo como epílogo su colaboración en División de opiniones. Este libro surgió a raíz de las tertulias Arco Iris, en las que participaba con otros miembros de la Casa de León en Madrid, como Eugenio de Nora, Antonio Pereira, César Aller,... Un foro de debate que Alonso Luengo presidió, y cuyos principios reflejan bien el carácter de este astorgano: leonés y librepensador.