Cerrar

OPINIÓN Consuelo Sánchez-Vicente

Usted, yo

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

¿Cuántos van, cuantos son esta vez, cuantos serán -los muertos, los mutilados, los tullidos para siempre, cuando acabe el habitual y macabro recuento de víctimas que inexorablemente sigue a cada puente en nuestro país, a cada fiesta? El balance de heridos nunca se llega a saber del todo -¿han reparado en esto?-, cada uno de ellos y sus familias se quedan solos con su dolor, con sus tragedias, cuando termina la operación retorno. Pero, cuando escribo, Tráfico informa que ya son más de cien los hombres, mujeres y niños que no han vuelto a casa tras las vacaciones de Semana Santa. Personas, como usted y como yo, llenas de sueños y esperanzas hasta hace tan solo cuatro días; y hoy, muñecos rotos en las cunetas, sobre el asfalto. ¿Quién será el próximo? Sólo a veces es irremediable la tragedia, ni el más prudente y consciente de los conductores está libre de sufrir un accidente. Pero de sufrirlo a buscarlo media un abismo. Y en las carreteras españolas, según todas las estadísticas, la imprudencia mata mucho más que la fatalidad. La culpa es del mal estado de las carreteras, dicen algunos. Y sí, la conservación, la señalización e incluso el trazado de muchas de ellas, principales y secundarias, es de juzgado de guardia. A las autoridades de un país como el nuestro que tiene hasta su propio mapa de puntos negros perfectamente localizados en las carreteras les cabe, sin duda, una enorme responsabilidad en la matanza. Pero, si el firme, o el trazado, no permiten ir, a veces, ni siquiera a la velocidad autorizada, ¿para que tenemos la cabeza, el sentido común, por qué correr más de lo que la propia carretera permite digan lo que digan las señales y el Código? Los coches son demasiado potentes, alegan otros. Y sí, es un sin sentido consentido (con la autoridad incompetente hemos vuelto a topar) a mayor gloria del negocio de la venta de coches que los coches puedan correr más de lo que la ley autoriza. Pero, basta de excusas. No el coche, nosotros -usted, yo- somos quienes corremos estúpidamente contra nuestra vida y la de los demás en cuanto nos ponemos al volante. Aunque asistir desde casa al recuento de víctimas nos produzca cierto «síndrome del superviviente», la falsa impresión de que nosotros y los nuestros estamos a salvo, no siempre «le toca» a los otros morir: usted, yo, nuestros seres más queridos, nuestros propios hijos pueden, podemos ser el siguiente.

Cargando contenidos...