El Ayuntamiento de Astorga recibió decenas de coronas de flores y cientos de ciudadanos plasmaron su rúbrica en un libro de firmas
Un lento adiós
Una inusitada actividad sacudía ayer por la mañana la plaza Mayor de Astorga. Paseantes que se detenían frente al Ayuntamiento con aire de esperar no se sabe muy bien qué, trabajadores que entraban y salían del edificio con prisas, empleadas del servicio de limpieza ajetreadas en el intenso aseo de las dependencias municipales... Una mesa que ofrecía un libro de firmas colocado frente a la esquela de Luis Alonso Luengo era la clave del por qué ayer no era un día cualquiera. Una vez dentro del Consistorio, se amontonaban las coronas y los ramos de flores, de los ayuntamientos de Astorga, Hospital de Órbigo o Santiago Millas, la Cámara de Comercio de la ciudad, la Real Hermandad de Las Cinco Llagas, la Casa de León en Madrid, y tantas otras entidades y personas que quisieron rendir un último homenaje al escritor y ex magistrado. A medida que se acercaban las dos de la tarde, hora prevista de llegada del féretro, crecía la concentración de ciudadanos anónimos y de personalidades del ámbito cultural, social y político que esperaban los restos mortales del académico de la Historia. El presidente del Tribunal de Cuentas, Manuel Núñez Pérez; el escritor Antonio Pereira; el pintor Benito Álvarez Escarpizo; el periodista José Antonio Carro Celada; el poeta Manuel Ballesteros; o familiares de otros astorganos ilustres, como Michi Panero, hijo menor de Leopoldo Panero, junto a su prima Rosario Alonso, o Juan María González Gullón, hijo de Magín Revillo. Por la tarde, se sumaron al cortejo otros rostros conocidos, como el cronista oficial de La Bañeza, Conrado Blanco González; el poeta Felipe Pérez Pollán; o el escritor Ricardo Magaz. La tarde fue deliberadamente lenta: a la frenética actividad de la mañana sucedió la quietud y el silencio en las calles por las que discurrió el cortejo fúnebre, fruto del estado de ánimo de los presentes en el adiós a Luis Alonso Luengo.