Pasión sobre Astorga

Luis Alonso Luengo ha sido y será siempre un hito fundamental del referente astorgano. Su figura cristaliza en un misterio íntimo que se dilata en el mundo por ser como un soporte que culmina en la pasión de Astorga, e indaga en el misterio de El Teleno como rincón de brumas y de magia. Las obras que nos deja se han convertido en símbolos que nos representarán allá donde su voz, que ahora es misterio, llegue para trazar esas pasiones que son la voz más íntima de un sueño. Fue siempre caminante en su ciudad; seguidor minucioso de cuanto aproximaba en un sigilo que contenía mitos y hacía espacios leves que anhelaban inviernos de un pasado que aún existe. Porque en su literatura hubo cigüeñas e incienso que volaba sobre un palacio anclado en el granito. Su anhelo es nuestra casa; su silueta se cruza por las calles que siempre le recuerdan y se ha de gravar su voz sobre una nada, un todo inmenso en este sueño. He sentido especialmente el fallecimiento de Luis Alonso Luengo y he releído esta mañana alguna de las cartas que eran dones. Que fueron la espiral de mi contienda en la palabra amigo que latía como una vara verde en primavera... y es que abril se ha dormido para decir su nombre. El silencio será nuestra morada, nuestra pasión sin celo que redime ese espacio vital que hace la vida y se transforma en pan que es alimento, del hombre de esta tierra. Astorga y su quietud serán la almohada de la voz que de Luis descansaría para marcar con tinta su diluvio de fantasía alada. Hoy, desde la devoción de un amigo, quiero marcar sus citas con el fuego de una canción que nace y alentar la lectura de sus libros que son la fantasía de un espejo que tiene luz y sombras y abarca más deseo y más nostalgia, porque el tiempo ha pasado.