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León

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Tiene 28 años y el título de ingenería mecánica, pero el mimbrete de su país, Colombia, no sirve de nada en España. Julio César Arango llegó a España con su esposa y su hijo huyendo de «las amenazas directas» que sufrieron acusados por las fuerzas paramilitares de ayudar a la guerrilla. «El primer año conseguí por mi cuenta trabajo en el monte, para plantar pinos, sin papeles». Su segundo empleo, ya contratado, fue en un vivero y después entró en una constructora a través de una empresa de trabajo temporal. «Me quedé sin empleo y fui a Cruz Roja, donde me ofrecieron un curso de carpintería». La mayoría de los alumnos eran extranjeros, pero recuerda que sólo lo terminaron la mitad porque coincidió con el Ramadán, el período en el que los musulmanes practican el ayuno diurno. Desde diciembre, Julio César Arango hace puertas, mamparas, mesas, escaleras... carpintería a escala industrial para obras como el centro de alto rendimiento que se empieza a construir en Valladolid esta semana, edificios universitarios, hospitales y otros de carácter comunitario que contrata el grupo Santos Ibán con las constructoras. Al finalizar el curso recibió una oferta para un año de trabajo como ayudante de carpintería: «Empecé sabiendo tres cosas y estoy contento, sobre todo comparado con lo que he hecho antes. Aquí no chupo sol, ni lluvia». «No es que se beneficien ellos, también te beneficias tú», reconoce Maite García, del grupo Santos Ibán. Esta es una de las 351 empresas que colaboran con el plan de empleo para colectivos vulnerables que Cruz Roja puso en marcha en el 2002. Hasta ahora, las empresas leonesas adheridas al programa han ofertado 1.659 puestos de trabajo. El número de colocaciones en los primeros once meses fue de 204. Según la asamblea provincial de la organización humanitaria son 967 las personas que han participado en las diferentes acciones de orientación, intermediación laboral, formación y autoempleo. El plan nació del convencimiento de que «la falta de empleo incide directamente en la precarización de las condiciones de vida, el rechazo social, la pérdida de autoestima, la soledad e incluso graves problemas psicológicos». El trabajo, en suma, condiciona la autosuficiencia económica y también la ciudadanía. El programa se desarrolla desde la red Interlabora y está financ iado por el Fondo Social Europeo. Entre los cursos que se han llevado a cabo destacan los de ayudante de cocina y camarero, auxiliar de geriátricos, informática, soldadura, jardinería, viveros y reforestación, además de otros promovidos desde las empresas colaboradoras. La organización humanitaria asegura velar por la no discriminación de los inmigrantes en relación a trabajadores españoles cuando son contratados por las empresas locales, entre las que apenas figuran las constructoras a pesar de ser uno de los sectores que más demanda mano de obra foránea. Zurab Makharashvils señala que acudió a Cruz Roja tras quedar en el paro «porque sabía que aquí en algo me podrían ayudar»,. después de reclamar judicialmente a una constructora que le despidió junto a otros trabajadores sin previo aviso. La vocación universalista y humanitaria de la organización es un punto de referencia para los inmigrantes para quienes el emblema de Cruz Roja no es un desconocido, explica la responsable de prensa, Dolores Moral. DANIEL Julio César Arango, en el taller de carpintería