El puente del Trabajo, sin trabajo

Parece que a las concentraciones sindicales, pese a los millones de desplazamientos en busca de sol y playa, acudirán muchos miles de manifestantes, incluso por motivos extralaborales, porque Comisiones y UGT quieren convertir esta jornada en una nueva marcha contra la guerra. Si es cierto que el 1 de mayo, incluso con los planes del afortunadamente fenecido «decretazo», había perdido buena parte de su primitiva tensión laboral, probablemente este año renazcan muchos de los viejos gritos y consignas contra el Gobierno y su alineamiento con Bush, porque no en vano estamos en vísperas de unas elecciones municipales y autonómicas que son, más que eso, una primera vuelta de las generales de 2004. Es el caso que, aunque el largo puente del Trabajo sin trabajo vaya a servir de bálsamo para cicatrizar algunas heridas políticas, la crispación se enseñorea del panorama nacional. Hasta la fiesta madrileña del 2 de mayo se produce este año en el ambiente asfixiante de esa «batalla de Madrid» que, dependiendo de cuál sea su resultado, condicionará la imagen del ganador y el perdedor de las elecciones. Resulta que, para sazonar aún más este inicio de mayo, nos encontramos con la visita del Papa. La llegada del mensajero de la paz es aguardada con aprensión en ámbitos gubernamentales, donde aún hoy no están muy seguros de que el Pontífice no aproveche su alocución para hacer alguna referencia a la guerra contra Irak. A estas alturas, intentar poner diques a los discursos de Juan Pablo II parece tarea imposible. Y ya se sabe que cualquier alusión del Pontífice a temas guerreros será magnificada y amplificada convenientemente por una oposición que no se resigna a abandonar el filón de la intervención contra Sadam en busca de réditos electorales. Fin de semana de descanso, pues, para muchos. Para el Gobierno Aznar, aun con la ligera brisa que le va soplando poco a poco desde las encuestas de opinión, no habrá puente festivo.