CRÓNICA Asun G. Puente
«Saludos, Manolo»
Nerviosos estaban ya el alcalde de la ciudad y el presidente de la Junta cuando llegaron las 11.30 horas y Aznar aún no había aterrizado en La Virgen del Camino. Amilivia caminaba de un lado para otro cuchicheando con Luis Aznar, mientras Herrera repartía saludos a diestro y siniestro a las puertas del Auditorio. El alcalde se resistía a entrar para comenzar el acto sin que hubiera llegado el presidente, pero al final no tuvo más remedio que abrir el turno de intervenciones y cambiar su discurso. Los hombres, los pocos que había ayer en una jornada pensada para las mujeres, lo tuvieron claro en el atuendo: «casual». Desde la americana sin corbata, hasta camisa de cuadros y «jeans». Amilivia, fiel a su estilo, llegó con corbata roja -uno de sus colores favoritos, quién lo diría- seguro de haber acertado, aunque fuera más formal. Como anfitrión, no quería dejar su vestimenta al azar. Acertó porque el presidente también vino con corbata. A las 11.40 llegó su coche al pie del Auditorio. Todo el tráfico se paralizó, de tal manera que dos ciclistas fueron parados en seco por la Policía Local y acabaron cayéndose de sus bicicletas. Aznar bajó del automóvil sin pararse un segundo a nada, ni siquiera pudo percibir los gritos de protesta que le lanzaron las mujeres de los trabajadores de Sintel y sindicalistas de UGT. Hasta unos metros más allá no empezó a saludar a los más cercanos. Una vez en el interior del Auditorio, el himno musical del PP sonó con estruendo mientras el presidente bajaba hasta el estrado saludando a un lado y otro del entregado aforo. En su entrada dejó en el aire la intervención de la consejera Carrasco, quien no dudó en callar ante el invitado. Hasta cuarenta veces fue interrumpido el discurso de Aznar durante los casi cincuenta minutos de mensajes. Camisa blanca con cuadritos azules, corbata fucsia y americana azul marino. Además, también se trajo ganas de bromear y algo de acento texano, ya saben estilo mexicano con Bush. Cuando hablaba de los cuatro millones de empleos generados en su época como presidente, preguntó por el lanzador Manuel Martínez. «¿Dónde estás Manolo?». El deportista salió un tanto azorado del grupo de los que estaban de pie a la puerta y saludó. Menos mal que Aznar habló de la escuela de pilotos al final, si no al alcalde le da algo.