Diario de León

Juan Pablo II abandona España dejando una profunda huella en cientos de miles de fieles

¡Quédate!

Publicado por
José Luis Alvarez Especial para MADRID.
León

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Ver y escuchar a Juan Pablo II. Ese era el objetivo de los cientos de miles de ciudadanos que este domingo madrugaron para acudir a la misa de canonización de los cinco nuevos santos españoles, celebrada por el Papa en la Plaza de Colón. La ilusión por ver de cerca al anciano Pontífice fue más que el temor a pasar una mala noche. De esta manera, medio centenar de personas no dudaron en acomodarse en colchonetas y sacos de dormir en los lugares abiertos al público de la plaza de Colón y los bulevares de los paseos de la Castellana y Recoletos. Uno de los policías de la Unidad de Intervención, que tuvo que pasar la madrugada en la zona y que después, sin uniforme quiso seguir el acto, explicó que los fieles comenzaron a llegar sobre las 5,00 horas. «Lo que nos supuso un trabajo inesperado, dado que muchos querían entrar en las zonas acotadas», dijo. Como en Cuatro Vientos, los más jóvenes y los voluntarios amenizaron el alba con guitarras y canciones. Mientras, los operarios colocaban las últimas vallas de una conocida marca de arroces para delimitar las zonas por donde iba a pasar el «papamóvil». Una hora antes del inicio de la eucaristía, sobre las 9,00 horas, la plaza de Colón y las calles adyacentes estaban ya completas. Sin embargo, una riada humana con banderas españolas y del Vaticano, banquetas, sillas-paraguas, sillas plegables, tumbonas de playa, escaleras y taburetes se dirigía a pie a la zona. Un matrimonio de Huelva residente en Madrid, ante la imposibilidad de llegar a Colón por el gentío, decidió quedarse en un extremo, en el paseo de la Castellana. «Aquí le veremos pasar y tenemos cerca la pantalla gigante para ver la misa», explicó el marido mientras vertía café de un termo. «¡Lo he visto, lo he visto!» Los murmullos aumentaron cuando los fieles vieron en las pantallas cómo el Papa salía de la Nunciatura rumbo a Colón. Una vez más, el Pontífice fue saludado por miles de ciudadanos a su paso por las calles de Madrid. El delirio fue total a las 9,20 horas cuando el «papamóvil» entró en la plaza por un lateral, antes de enfilar los bulevares de la Castellana hasta la calle José Ortega y Gasset, para volver a Colón y recorrer Recoletos hasta cerca de Cibeles, desde donde y regresó al altar levantado entre las fuentes océanas. Vivas al Papa, gritos de «Juan Pablo, campeón, te queremos mogollón» o «Juan Pablo II te quiere todo el mundo», acompañaron al Papa, a cuyo paso se lanzó confeti y flores. No muy lejos, Juana, una jubilada que acudió al acto acompañada por su marido y su hija, lamentaba que no iba a estar cerca de Juan Pablo II. Un policía de servicio en la zona le dijo que se quedara allí, en el lateral, para presenciar el paso del «papamóvil». «Lo he visto, lo he visto», repitió Juana entre sollozos, mientras abrazaba a su hija, antes de propinar un beso al agente de la autoridad. Aznar no comulgó El presidente del Gobierno, José María Aznar, no comulgó durante la misa de canonización aunque su mujer, Ana Botella, candidata número tres en la lista del PP a la Alcaldía de Madrid, sí lo que lo hizo. Junto a ella, también tomaron la comunión el vicepresidente primero del Gobierno, Mariano Rajoy, la presidenta del Congreso, Luisa Fernanda Rudi y el ministro de Justicia, José María Michavila. El secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, que tampoco tomó la Sagrada Forma, fue el primero en abandonar la tribuna de autoridades para reunirse con el Sumo Pontífice. Una hora después del comienzo de la misa de canonización continuaban llegando fieles a Colón. La multitud cubría más de 500 metros por las principales calles adyacentes. En el cruce de las calles Goya con Serrano se encontraba José, un malagueño que aprovechó el fin de semana para conocer Madrid y ver al Papa. Sin embargo, ni José ni ninguno de los fieles ubicados en esta zona, a menos de 500 metros del altar, podían escuchar al Pontífice y mucho menos verlo. «Es una frustración tremenda. ¡Qué desilusión!», dijo este hombre que, enfiló Serrano para dirigirse a la Castellana, donde el sonido era nítido. En esta nueva riada de fieles, que caminaban en sentido contrario a Colón, se escuchaban voces que restaban importancia al hecho porque «el Papa todavía no debe haber llegado». El Samur desplegó la mayor parte de sus efectivos en hospitales de campaña y puntos de asistencia médica avanzada. Al término del acto, los sanitarios habían realizado 300 asistencias. Según el portavoz del servicio sanitario, sólo tuvieron que evacuar a 16 personas a centros sanitarios. Los más graves fueron por una angina de pecho y una fractura de clavícula. «Ha sido mejor de lo esperado», señaló, porque la mayor parte de los casos atendidos fueron a causa de lipotimias y mareos de los fieles que, tras ser atendidos en los puestos de socorro, recibieron el alta médica. El sábado, durante el acto de Cuatro Vientos, se registraron unas 500 actuaciones, 400 de ellas debidas a reacciones alérgicas de peregrinos a las gramíneas. «No llegamos a quedar sin antihistamínicos», explicó el portavoz del SAMUR. Tan sólo hubo una persona que sufrió un golpe de calor, «que fue el caso más importante que tuvimos». Acercamiento en Barajas El anciano Papa no regateó esfuerzos para tener más gestos de cariño y proximidad hacia los fieles que acudieron a despedirle en la calles de Madrid y el aeropuerto de Barajas donde rompió el protocolo para acercarse a ellos. Incluso, Juan Pablo II besó a tres niños que, casi volando, sus padres habían logrado salvar la seguridad para acercarles a los brazos del Papa. En su último desplazamiento, desde la Nunciatura hasta el aeropuerto, el Pontífice volvió a recibir un baño de multitudes que le aclamaban con gritos de

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