El cura, que fue juez eclesiástico, se hospedó durante años en casa de la madre de la víctima en Alcalá
Condenado a diez años de prisión un sacerdote por abusar de una niña
La Audiencia Provincial de Madrid condenó ayer a diez años de prisión y ocho de inhabilitación al sacerdote José Martín de la Peña, por abusa
El condenado actuó entonces como juez eclesiástico en el proceso de separación de la madre de la niña. Una vez hecho el trámite, el clérigo alquiló a la mujer una habitación por la que pagaba 40.000 pesetas al mes. En la casa vivía, además de la niña y su madre, la abuela de aquélla. El cura, que ahora tiene 74 años, deberá indemnizar a la demandante con 70.000 euros por los daños morales infligidos. Durante el juicio, el clérigo negó los hechos y alegó que la joven sufre alucinaciones y es una «psicótica». Los peritos que han examinado a la joven descartan, sin embargo, que padezca enfermedad mental alguna. El fiscal pidió una pena para el encausado de 16 años de prisión, petición que se ha visto rebajada porque el tribunal no considera probado que el cura penetrase a la niña. Hipnosis regresiva La víctima declaró durante la hipnosis regresiva a que fue sometida que Martín Peña practicó penetraciones anales y vaginales. No obstante, la sala aduce que este testimonio adolece de contradicciones, y subraya que el recuerdo hipnótico no es del todo fiable. Si bien este método es un «procedimiento útil y ortodoxo» desde un punto de vista clínico, «ello no ha de conducir a pensar que una persona bajo los efectos de la hipnosis haya de decir necesariamente la verdad». Los peritos consultados aducen que en la hipnosis pueden ocurrir errores en la «localización de los recuerdos y también de su contenido». A pesar de que no se han descubierto secuelas físicas que acrediten la existencia de penetraciones, la Audiencia estima que no hay razones para suponer que la víctima haya mentido. Por su condición de sacerdote, el acusado no despertó sospechas entre la madre y la abuela, que «ni siquiera por lo más remoto imaginaron lo que estaba ocurriendo». En su declaración, Martín de la Peña aseveró que las acusaciones eran fruto de las «calumnias y fantasías de la madre», quien «estaba enamorada de él». Sin embargo, el sacerdote no correspondió a las supuestas pretensiones de la madre. «No tengo tan mal gusto», dijo. De acuerdo con el relato de la víctima, la primera violación que sufrió se produjo en el dormitorio del cura, antes de cumplir los ocho años. Martín Peña abandonó el hogar de la chica cuando ésta cumplió los 13 años. La muchacha no reveló los abusos hasta los 21 años por la vergüenza y el sentimiento de culpa que le embargaban. El sacerdote tenía a la niña amedrentada, y en ocasiones la amenazó con arrojarla al metro o en medio de la calzada.