Diario de León

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Pepito Grillo león
León

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El Teatro Real saldó anoche la deuda que la música española tenía pendiente con Isaac Albéniz, con el Albéniz compositor lírico, al estrenar, con carácter mundial, la primera versión escénica de su ópera «Merlín», una partitura olvidada durante décadas y que ahora, cien años después de su escritura, ha visto la luz. Era un estreno esperado el de este «Merlín» con el que el Real ha puesto punto y final a su sexta temporada de ópera. Un estreno que ha despertado, incluso, la curiosidad de importantes periódicos europeos, que han enviado a Madrid a sus críticos de ópera. Esta llegada de «Merlín» a un escenario ha sido posible por el empeño de dos personas. En primer lugar, de Alberto Ruiz Gallardón, todavía hoy presidente de la Comunidad de Madrid, melómano confeso y sobrino-nieto de Albéniz, y, en segundo, del director de orquesta y musicólogo José de Eusebio. Durante años, Eusebio, obsesionado en demostrar la calidad de la obra lírica de Albéniz, ha trabajado sin descanso para recuperar nota a nota -y son más de cinco millones- una partitura que el olvido daba por perdida, desde que el músico catalán acabó su escritura en 1902. De Eusebio, en un trabajo casi de arqueólogo, acudió a numerosas fuentes hasta dar con el material necesario que le ha permitido reconstruir la partitura de esta ópera que su autor, fallecido poco después, no pudo ver nunca en escena. En las hemerotecas está documentada una única representación de «Merlín». Fue en 1950 y en Barcelona, donde un grupo de aficionados a la lírica del Club de Fútbol Junior decidió representarla en el Teatro Tívoli. Recuperada la partitura, José de Eusebio convenció a la Comunidad de Madrid y a la discográfica Decca para hacer la primera grabación de la ópera, con un reparto vocal de lujo en el que colaboraron el tenor Plácido Domingo y el barítono malagueño Carlos Alvarez. Después, en versión de concierto, pudo ser escuchada primero en el Auditorio Nacional y más tarde en el Teatro Real. Con el estreno, José de Eusebio desde el foso, al frente de la Orquesta Sinfónica de Madrid, que también participó en la grabación y los conciertos, y Alberto Ruiz Gallardón, sentado en un palco junto a otros descendientes de Albéniz, han sido protagonista el primero y testigo el segundo de un acontecimiento musical que, a juzgar por la reacción del público, provocó división de opiniones. Los aplausos, al caer el telón después de casi tres horas de representación, no fueron ni unánimes ni calurosos, pero tampoco hubo un abucheo general, algo a lo que es muy dado una parte del público de estreno del Real. Sólo alguien, desde la platea, gritó con ganas: «esto es un bodrio». El Teatro Real ha hecho un importante esfuerzo económico -casi tres millones de euros- y artístico para que esta nave llegara a buen puerto. Con un equipo artístico en el que, además De Eusebio en la dirección musical, está el dirección de escena británico John Dew, especialista, como él mismo reconoce, en óperas desconocidas. Dew ha hecho un trabajo efectista, de gran belleza plástica en algunos momentos, y apoyado en una luz potente y unos trajes que en momentos recuerdan a «La familia Adams», en otros a «El Señor de los Anillos» e, incluso, al más puro estilo Celia Gámez. «Hortera», grito el mismo espectador de la platea cuando Dew y su equipo salieron a saludar. John Dew, en cualquier caso, ha tenido muy difícil contar esta historia escrita por el que fuera mecenas de Albéniz durante sus años de residencia en el Reino Unido: el banquero metido a poeta Francis Burdett Money-Coutts, heredero de una gran fortuna familiar. Albéniz y Money-Coutts, que colaboraron en otras óperas y en numerosas canciones, se inspiraron en la leyenda del Rey Arturo para poner en marcha una trilogía a modo de alternativa inglesa a la Tetralogía de Wagner «El Anillo del Nibelungo». Sólo «Merlín» fue una realidad. Los otros dos títulos, «Lancelot» y «Ginebra», no pasaron de proyectos, debido a la muerte del compositor. La «premiere» mundial de este «Merlín» escénico ha contado con un reparto en el que hoy, en la noche del estreno, tan sólo destacó la soprano Carol Vaness, en el papel de «Nivian». Ni la veteranía, tablas y presencia en escena de Eva Marton, como la bruja «Morgana», sirvieron a la soprano para hacerse con el personaje y lograr el aplauso del público. Discretos, muy discretos, estuvieron el barítono David Wilson-Johnson como el mago «Merlín» y el tenor Stuart Skelton -sus dificultades en el primer acto fueron más que evidentes- en el papel de Rey Arturo. Al finalizar los saludos, y antes de que cayera definitivamente el telón, José de Eusebio levantó entre sus manos la partitura de Albéniz. El espectador de la protesta no pudo contener su indignación y volvió a gritar: «dejad a los muertos en paz». «dejad a los muertos en paz».

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