Diario de León

El arzobispo recuerda a los partidos que tienen la «obligación moral» de velar por la vida

Miles de personas despiden a los dos policías asesinados en Navarra

Insultos y abucheos para Llamazares, Zapatero y el PNV en la catedral de Pamplona

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Melchor Sáiz-Pardo - pamplona
León

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La catedral de Pamplona se quedó pequeña ante la avalancha de navarros que ayer quisieron dar su último adiós a Bonifacio Martín y a Julián Embid, los dos policías asesinados el viernes por ETA en Sangüesa. La rabia, no siempre contenida, y el dolor se dejaron ver en los rostros desencajados de familiares, amigos, compañeros y ciudadanos anónimos que tomaron el casco viejo para sumarse a los funerales. Los aplausos, vivas a España, a la Policía y el himno nacional retumbaron durante casi dos horas. El intenso calor no fue obstáculo. Horas antes de comenzar el oficio religioso, centenares de personas se agolparon en los alrededores de la plaza San José para recibir a los féretros. Una muchedumbre que aplaudió la llegada, minutos antes del mediodía, del presidente del Gobierno, José María Aznar, acompañado del jefe del Ejecutivo autonómico, Miguel Sanz, el ministro del Interior, Ángel Acebes, y el secretario de Estado para la Seguridad, Ignacio Astarloa. Aznar fue recibido por el director general de la Policía, Agustín Díaz de Mera. Los gritos de ánimo a los dos presidentes, incluso ya dentro del templo, contrastaron con los abucheos e insultos a la entrada y a la salida al secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, al coordinador general de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, y, sobre todo, contra el PNV, representado por los consejeros de Agricultura, Gonzalo Sáenz de Samaniego, y de Cultura, Miren Azkarate. El líder socialista recibió reproches a gritos por su pactos con IU, y Llamazares por su apoyo al Ejecutivo del lendakari Juan José Ibarretxe. La llegada de la comitiva con los dos furgones fúnebres apaciguó los exaltados ánimos. Una salva de aplausos de más de cinco minutos, el himno nacional, gritos de «¡asesinos!» y vivas al Cuerpo Nacional de Policía recibieron a los ataúdes cubiertos con banderas españolas y acompañados de coronas de flores y ramos. Una guardia de honor de cincuenta policías nacionales, guardias civiles, policías forales y agentes municipales de Pamplona saludaron al paso de los dos féretros, portados por efectivos de los cuatro cuerpos de seguridad. El arzobispo de Pamplona, Fernando Sebastián, salió al pórtico principal del templo para recibir los cuerpos de los policías. La llegada al altar mayor de los dos ataúdes provocó escenas de dolor entre los familiares. Los gritos de «¡valientes!» de algunos de las decenas de compañeros de los fallecidos se dejaron oír con nítidez. La rabia, los sollozos y las lágrimas volvieron a aflorar cuando Aznar, junto con Díaz de Mera, impuso a Martín y a Embid -a título póstumo y a pie de altar- la máxima condecoración del Cuerpo, la medalla de oro con distintivo rojo al mérito policial. En una homilía tensa y plagada de críticas a los que apoyan o justifican a ETA, monseñor Sebastián recordó a los «dirigentes y gobernantes» que «tienen que sentirse moralmente obligados a anteponer la protección de la libertad y la seguridad de los ciudadanos a cualquier otro objetivo político y partidista». Sostuvo incluso que es un «urgente imperativo moral acabar con la amenaza de la violencia» y la obligación de los poderes públicos es poner en marcha «cuantas gestiones legítimas sean necesarias para luchar contra el terrorismo». Exigió la «colaboración entre las diferentes instituciones del Estado y las fuerzas políticas» para acabar con ETA, porque, dijo, «no es suficiente condenar los atentados». En tono tajante, reclamó que «ante la incompresible obstinación de los terroristas, todos tenemos la obligación de colaborar para defender y proteger la libertad y la seguridad de todos los ciudadanos y cerrar el paso a los ejecutores, defensores y encubridores de la violencia».

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