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Publicado por
M. Sáiz-Pardo - chinchilla
León

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De sol a sol. Desde poco después de despuntar el alba hasta ya caída la noche. Más de 200 bomberos de Albacete, agentes de la Guardia Civil y funcionarios de Renfe, la mayoría sin haber dormido en toda la noche, lucharon contra decenas de toneladas de acero retorcido y fundido para tratar de liberar los cuerpos de los, al menos, 14 pasajeros que, según los datos oficiales de la compañía ferroviaria, murieron abrasados vivos en los dos vagones delanteros y el coche-restaurante del Talgo. Empezó la difícil tarea de deshacer un puzzle de acero fundido con la ayuda de tres inmensos camiones grúas y con la precaución de no dañar pruebas ni restos humanos. Los seis primeros cadáveres no fueron difíciles de localizar. Fueron los únicos cuerpos que se hallaron más o menos íntegros. Uno aún en un asiento de lo que fue el primer vagón, otros dos cadáveres carbonizados bajo el container de color verde que cayó sobre el segundo coche de pasajeros y los otros tres, en mejor estado, esparcidos por las cercanías del restaurante. Antes de que el sol se empezara a dejar ver en los campos de trigo que rodeaban el macabro escenario, sendas sábanas blancas tapaban los restos mortales de los desdichados pasajeros. El miedo a un accidente o a estropear cualquier resto ralentizó hasta el límite la difícil operación. Maletas calcinadas, equipajes quemados... pero apenas restos humanos. El decepcionante hallazgo confirmó el peor de los pronósticos: al menos otros ocho cadáveres se encontraban dispersos, fundidos o debajo de la maraña de metales que se alzaba sobre la vía. Con una paciencia infinita y un calor sofocante, los bomberos fueron retirando una a una las piezas hasta lograr mover la locomotora del mercancías, parte de cuya estructura se había derretido sobre uno de los vagones del otro convoy. Conforme se iba deshaciendo la montaña, los forenses del Equipo de Grandes Catástrofes de la Guardia Civil fueron localizando una marea de restos de los pasajeros, principalmente vísceras, la única parte del cuerpo humano capaz de aguantar temperaturas tan extremas.