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Las familias de los brigadistas fallecidos reviven el drama al conocer la sentencia que obliga a la Junta a indemnizarles

Caso Ponjos, ocho años hacia la nada

El proceso judicial por uno de los incendios más graves de España sumerge en la angustia a los afectados.

Publicado por
Marco Romero - redacción
León

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Alfonso le ha dicho a su hija: «Tu madre ha aparecido, y lo ha hecho en forma de dinero para que puedas estudiar lo que quieras». «Ayer pobres y hoy ricos, no entiendo nada», le contestó Nuria, de 14 años, al conocer la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León que condena a la Junta a indemnizar con 120.000 euros más los intereses devengados desde hace ocho años a las familias de los tres brigadistas fallecidos en el incendio de Ponjos el 14 de abril de 1995 y al único superviviente. Sus últimos tiempos, los de Nuria y Alfonso, no han sido menos dramáticos que el día en que un amigo de la casa les anunció que Ana Esther había perecido abrasada en el monte junto a dos compañeros en un incendio que, con los años, ha ido adquiriendo especial simbolismo por la encrucijada legal a la que han sido sometidos tanto los familiares de las víctimas como el único superviviente. Ella decidió ponerse a trabajar para aportar dinero a la casa «por pura cabezonería», recuerda ahora Alfonso. Fue contratada para reforestar montes, trabajo duro que eligió para «demostrar que la mujer es igual que el hombre». «Tú piensa -agrega- que plantaba pinos, subía cuestas, subía a los árboles a quitar gusanos y, claro, acababa con los riñones...». Cuando acabó todo aquello y la desaparición de Ana ya estaba asimilada, Alfonso tuvo que tomar una decisión respecto a su hija: agotar su tiempo trabajando o dedicarlo a la educación y el cuidado de Nuria, que entonces tenía seis años. Optó por lo segundo. «Lo contrario me parecía deshonesto». Durante todo este tiempo ha sido la madre y el padre. Una raquítica pensión sólo les ha permitido vivir al día, sin grandes lujos, en una casa de La Pola de Gordón en la que no entraban planes como comprar una lavadora. «Comer y poco más. Desde que murió la madre la he educado como buenamente he podido», dice Alfonso, de 41 años. Pero las cosas no han cambiado en esta familia desde que conocieron la sentencia. Sorprendidos porque ya pensaban que el caso estaba «en saco roto», el recuerdo de Ana sigue más vivo que nunca. Dice Alfonso que el dinero es una reaparición y que sólo lo disfrutará su hija. Siempre que la Junta no dilate aún más el proceso judicial -algo improbable teniendo en cuenta la elevada cuantía de las indemnizaciones-, Nuria podrá utilizar lo que le corresponde en estudiar fotografía en una escuela de Oviedo, algo que hasta ahora sólo era un anhelo que le parecía inalcanzable. «Para el día de mañana, tampoco es para despilfarrar», comenta Alfonso. Él tiene su primer proyecto de trabajo. Ahora que su hija ya no requiere tanto de sus cuidados empezará a trabajar en una empresa de senderismo que tiene previsto montar junto a unos amigos antes del verano. A unos cuantos kilómetros de Alfonso y Nuria reside la familia de Benigno García, otro de los fallecidos. Sus padres no están en condiciones de hablar. Lo hace su hermana Tina, que lejos de estar satisfecha con la resolución del tribunal no deja de pensar en que su hermano pudo haber salvado la vida si el día en que le llamaron para acudir al incendio hubiese estado en Valdorria, donde vivía con sus padres en una casa sin teléfono. «Esas cosas nunca se superan, y creo que el dinero sólo vale para recordar», explica Tina en la tienda de embutidos que regenta en Boñar junto a su marido Agustín. Mientras su hija, de unos cinco años, maquilla a una amiga sentada en la puerta del establecimiento, Tina continúa hablando de su hermano, y lo hace en presente, como si no faltara. «Es el tercer o cuarto incendio al que va». El trabajo se lo había buscado Benigno, el único superviviente. Su función era replantar pinos, pero aquel día tuvo que acudir junto al resto de brigadistas a Ponjos. «Yo siempre digo que fue como llevarles a un paredón, sin trajes y sin nada. Se han contado muchas mentiras y digan lo que digan mi hermano sólo llevaba un chándal». A Tina le encantaría saber si la muerte de Benigno ha servido para algo, al menos para dar una preparación a los brigadistas. «Aquello que ocurrió fue una negligencia y eso se tiene que castigar igual que se castiga a un médico cuando se equivoca», sostiene. Los padres de Benigno no hablan mucho del tema, ni siquiera con Tina. Dicen estar conformes con la cuantía que marca la sentencia, aunque jamás lleguen a entender cómo hay dinero a cambio de una vida. «A mi hermano no se le paga con nada. Era el pequeño, el que cuidaba a mis padres, el que vivía con ellos; eso es insustituible». Son los testimonios de dos de las tres familias de fallecidos. Benigno González, el superviviente, prefiere no hacer declaraciones, pese a haber sido una de las claves para que el proceso judicial no se paralizara en ningún momentno. Ahora tiene intereses laborales que le impiden hablar sobre el tema. Su escueta interpretación de la sentencia se resume en que, según él, la Junta debería tener mecanismos para reconocer y pagar de antemano las indemnizaciones y no hacer esperar años y años hasta que se resuelva un conflicto que no tiene visos de acabar tan pronto como se esperaba, después de que la Junta haya anunciado que hará todo lo posible por recurrir la resolución del tribunal y defender su inocencia en este caso. Los familiares, que ya contaban con la inminencia de los pagos, seguramente se enterarán de la decisión de la Administración autonómica por este periódico. Sabiendo que al drama de la pérdida de sus seres queridos se suma en algunos casos la necesidad, probablemente la postura de la Consejería de Medio Ambiente no sea comprendida. 1396927554 «Comer y poco más; desde que murió la madre he educado a mi hija Nuria como buenamente he podido» ALFONSO CANGA ORDÁS Esposo de Ana Esther, brigadista fallecida «Esas cosas nunca se superan y creo que el dinero sólo sirve para recordar. Siempre digo que fue como llevarles al paredón» TINA GARCÍA FERNÁNDEZ Hermana de Benigno, brigadista fallecido «La Junta debería de tener mecanismos para pagar las indemnizaciones sin esperar años y años» BENIGNO GONZÁLEZ LLAMAZARES Único superviviente