| Reportaje | Vela Zanetti en el parador |
El Hostal de San Marcos retira por seguridad 20 cuadros de Vela Zanetti
Un gallo marcando el paso. casi marcial, recibía a los visitantes del Hostal de San Marcos en el vestíbulo principal desde su inauguración como parador en los años 60. Es un gallo pintado, en el límite de la figuración y las proximidades de lo abstracto, que el artista José Vela Zanetti realizó en 1965 para el nuevo parador por encargo de Manuel Fraga, entonces ministro de Información y Turismo. Desde hace varios meses, el gallo zanettiano, y la veintena de cuadros que integran la colección de Vela en San Marcos, han sido retirados de las paredes del parador «por motivos de seguridad», según asegura el director. La pintura que Vela Zanetti realizó en San Marcos tras su regreso del exilio, vive ahora exiliada. La medida se tomó como consecuencia de una orden «superior» de la empresa pública propietaria y gestora de los paradores nacionales. Juan José Valenzuela indicó que el trasiego de personal debido a las obras que se realizan en el parador también ha influido en la medida, que no ha afectado a otras colecciones de la amplia pinacoteca de San Marcos. El parador tiene previsto realizar una «redecoración» cuando culminen las obras de acondicionamiento en el mes de diciembre, aunque no desveló si para entonces se volverán a colgar los cuadros de Vela Zanetti en las estancias del parador. Seis de estas obras figuran en el catálogo de la exposición antológica de Vela Zanetti que, con un total de 160 cuadros, se pudo contemplar entre enero y abril del 2001 en el Centro Cultural de la Villa de Madrid. Del universo del Cid y del Medievo se escogieron dos obras sin título de la colección del parador, ambas realizadas en técnicas mixtas sobre papel. Son obras, según el secretario de la Fundación Vela Zanetti, «en las que la figuración se encontraba en los límites de dejar de serlo y para adentrarse en el mundo de las formas inventadas». Proximidad abstracta El estilo de esta colección raya en algunos cuadros con la abstracción, por lo que se dice que representan lo más picassiano de Vela. La forma en que usa los colores recuerda, a su vez, a la época caribeña y mexicana del autor. «Es una obra a caballo entre la sensualidad de su pintura del trópico y la sobriedad de la que iba a venir» en sucesivas etapas, afirma Eduardo Aguirre. Otra singularidad de la colección es que el pintor anuncia muchos de los temas campesinos que luego aparecerían en su obra. «Son cuadros de rápida ejecución, debido a la técnica empleada pero todos ellos de gran belleza», según recoge la antológica. No faltan las alusiones al Camino de Santiago, en cuya salida de León se encuentra el parador, que también fue hospital de peregrinos. Bodegones y retratos de mujeres con palomas, además de un autorretrato (la única obra de la colección realizada sobre tabla) completan los temas escogidos por el entonces recién llegado. La colección está realizada, salvo el autorretrato, sobre papel, pero el uso de un soporte tan humilde no se considera un demérito para la obra. De hecho, las fuentes consultadas apuntan a que los cuadros de Vela fueron descolgados para una mejor custodia debido a su valía. No se ha hecho lo mismo con otras obras de Álvaro Delgado, coétaneo y amigo de Vela Zanetti, Goñi, Lucio Muñoz y Vaquero Turcio. Un viaje sin retorno Zanetti vivió el regreso del exilio como una vuelta «sin retorno» a su país natal. Aunque el proyecto de San Marcos le hacía rememorar una etapa dolorosa -su padre, Nicostrato Vela, estuvo preso en el convento entre los meses de octubre y diciembre de 1936 y ólo salió para morir fusilado- «una vez superadas las cicatrices de la guerra, estas obras del hostal eran para él muy apreciadas y las asociaba a sus inicios tras 20 años de exilio», subraya el secretario de la Fundación Vela Zanetti. San Marcos de León, un convento que remonta sus orígenes al siglo XII aunque todo lo que se conserva pertenece a su reconstrucción en los siglos XVI al XVIII, se convirtió en parador nacional de turismo en 1963-65 después de no pocos avatares que empezaron, más o menos, con la exclaustración de los monjes en 1837. Cuando se fraguaba el proyecto de rescatar para gran hotel el monumento en el que convivían los sementales del Ejército con las piezas del Museo de León, el pintor burgalés regresaba de su exilio en Mexico, tras sus primeras etapas en la República Dominicana y en Nueva York, desde que el 4 de febrero de 1939 abandonase España con su mujer y sus hijas gemelas Carmen y Consuelo. meses antes de que se diera por concluida la Guerra Civil. Vela Zanetti regresa a España en 1960 tras una exitosa exposición en Florencia, pero con la desaprobación de quien era aún presidente de la República en el exilio, el leonés Gordón Ordás. No realizaría su primera exposición individual hasta 1963, en el Círculo de Bellas Artes, precisamente cuando el arquitecto Felipe Moreno Barberá afrontaba de lleno las obras de acondicionamiento y construcción de las dependencias anejas al antiguo convento. Si el pintor Lucio Muñoz fue el encargado de decorar el techo del salón de té en que se transformaron los restos del primitivo claustro medieval, en el invierno de 1965, Vela Zanetti se disponía a cumplir con el encargo de pintar obras de distintas técnicas para decorar habitaciones y pasillos. «Mi vida discurre bajo el signo del esfuerzo», declaraba en diciembre de aquel año en el estudio de La Robla donde trabajaba sobre los cuatro murales de la Hullera Vasco Leonesa. Vela Zanetti recibió el encargo de San Marcos después de haber obtenido el premio a la mejor exposición del año. En la primavera de 1964 su obra se contempló en León, en el palacio de los Guzmanes. La prensa del momento se refería a su etapa de exiliado como «vagabundeo» por el mundo: «Desde la primavera pasada, con su exposición en el Palacio de los Guzmanes, y el regreso triunfal a León, el balance de Vela Zanetti ha sido cuantioso y sustancial», precisaba el cronista del Diario de León. El mural de Don Suero en el hotel Conde Luna, el de la Escuela de Comercio, otro encargado para el edificio Fierro y las obras que realizaba en la Hullera Vasco Leonesa se gestaban casi al unísono con otros proyectos para decorar una cafetería en Madrid y el encargo para el parador nacional. «Tuve que dar muchos pasos al cortar mi vida de algunos países en los que he residido. Aunque parezca retórico y literario mi vuelta a España es un viaje sin retorno», declaró en una entrevista publicada en Diario de León el 12 de marzo de 1965. Su llegada coincidió con un momento artístico floreciente. Los cuadros estaban en la planta doble, en el vestíbulo y en habitaciones Fraga encargó obras a pintores como Vela, Goñi, Delgado, Lucio Muñoz y Turcio Texto