| Crónica | Los líderes se baten en el Congreso |
De Madrid ¿al cielo?
? Había ambiente de fin de etapa. Todos eran conscientes de que Aznar se despedía y en la mirada de algunos diputados del PP se podía ver las ganas de «sangre». Estaban convencidos de que se ensañaría con Zapatero y finalmente no fue para tanto. Entre los socialistas había desde sonrisas forzadas ante la comprometida situación en la Asamblea de Madrid hasta caras de tensión por el compromiso de su líder. Y había también dos personas que se sabían miradas por todos. Los delfines Rato y Rajoy se dejaron ver en su papel de secundarios de lujo y todos trataban de adivinar cual de ellos obtendría el próximo año el papel principal. Aznar llegó sonriente. Llevaba cara de «hoy me voy a salir» y atildado hasta el límite para no defraudar en su despedida. El presidente se permitió un toque de coquetería y decidió prescindir de sus gafas en su primera intervención de la mañana, lo que privó a la concurrencia de su ya tradicional gesto de quitarse las lentes para remachar con ellas sus afirmaciones. Y sin gafas leyó, fiel a su estilo hasta el final, su tradicional aburrido y sobrio discurso matinal. Tiene ya su libro Aznar, después de diez debates de la nación, y lo aplica a rajatabla. Discurso funcionarial de hombre de Estado por la mañana y carnicería por la tarde en las réplicas. Si acaso, hubo ayer algunos inéditos toques de sentimentalidad al proponer tres grandes «tareas» de futuro para toda España a modo de legado político. El que no tuvo concesiones a la sentimentalidad fue Felipe González, que no asistió al último debate de la nación del hombre que le derrotó en las urnas. Se le veía a Aznar muy seguro, tal vez porque se sabía muy bien asesorado. En los bancos del Gobierno funcionaba un sistema de cadena por el que todos los ministros pasaban papelitos cuando tocaba algo de su negociado. Rato y Rajoy filtraban la multitud de mensajes dirigidos a Aznar, no fuera que alguno molestara al líder con una nimiedad. Una vez leídos y aprobados, Rajoy se los pasaba a Aznar En otros momentos Rajoy le hacía confidencias al presidente con gestos ostensibles de que utilizara la dureza contra Zapatero. Rato, por su parte le entregaba a cada momento unas fichitas que llevaba preparadas. Una verdadera competición por puntuar ante el líder. En la otra bancada, quienes ejercen de Pepito grillo son Blanco y Caldera. Blanco está pendiente de todo hasta el punto de que ayer reprendió a varios de los diputados socialistas que entraban al trapo de las provocaciones de los populares cuando hablaba su líder. Zapatero estuvo más serio y con menos ironía que otros años, tal vez porque sabía que la cosa no estaba para bromas. Pero tuvo tiempo de decirle a Aznar que «de tamaños no voy a discutir con usted», en alusión a las referencias de Aznar sobre sus atributos. Más grave fue lo del diputado del PP que llamó «maricón» a Llamazares. «Para mi no es un insulto», dijo Llamazares. Y dejó en evidencia al energúmeno. Rato y Rajoy compiten por asesorar a Aznar en el escaño Blanco reprende a los diputados socialistas que entran en las trifulcas cuando intervenía Zapatero Un diputado del PP llama «maricón» a Llamazares