| Reportaje | Separaciones conflictivas |
«Un padre lo es para siempre»
«No se puede ser padre viendo a tu hija cuatro veces al mes. No puedes romper así una relación debido una ley que no está escrita en ninguna parte. Mi hija estuvo viviendo un año conmigo y de la noche a la mañana pasé a verla sólo cuatro días. Es injusto para mí y para ella». Andrés Varas se lamenta una y otra vez de la separación nunca querida de su hija. «Para evitar la angustia de la separación que a mi hija le producía separarse de mí, el juez decretó la suspensión de las visitas del miércoles. Es totalmente descabellado», agrega. Las malas relaciones con su ex compañera han hecho que sobre él pesen varias denuncias y órdenes de alejamiento. Su historia es la de decenas de padres que han pasado por el mismo trago: una separación conflictiva. «Mi hija llora y se agarra a mi cuello cada vez que hemos de separarnos. El juez lo ha visto y, sin embargo, no modifica las condiciones de visita», explica Andrés. Este joven preside la Asociación de Padres de Familia Separados Guzmán el Bueno, una agrupación leonesa que busca conseguir la «responsabilidad compartida» en la custodia de los hijos y la modificación de la actual situación. «El 97% de las custodias se conceden a las madres, aunque ninguna ley dice que deba ser así. Nosotros consideramos que tienen tanto derecho el padre como la madre y que no se puede provocar una ruptura así», explican Andrés, Esteban López y José Antonio Merayo, miembros de la asociación. «Nos convertimos en padres periféricos y, en el mejor de los casos, vemos a nuestros hijos dos fines de semana al mes y la mitad de las vacaciones», agrega Esteban. Su historia cuadra perfectamente con un drama. Esteban hace más de dos años que no ve a su hijo mayor, su expediente incluye más de 500 páginas, denuncias, retirada de denuncias, falsas acusaciones, juicios, órdenes de alejamiento.... «Si realmente fueran verdad las cosas que se han dicho de mí debería estar en la cárcel. Si no son verdad debería estarlo la persona que me ha denunciado sin ninguna base», recalca. Su hijo menor reside con él. Curiosamente acude al mismo centro escolar que el hermano al que el padre no puede acercarse al «alcance de la vista», «Tendré que disfrazarme de lagarterana para que no me reconozca y la policía no me detenga», bromea. Pero su situación es un drama. Su versión de los hechos habla de la facilidad con que los jueces toman medidas para proteger a las mujeres y cómo luego no actúan contra ellas cuando se demuestra que eran denuncias falsas. El caso es prácticamente similar al de su amigo José Antonio, pero con inversión de sexos. En esta pareja el varón es el que ha denunciado los malos tratos de la madre a los hijos y, tras siete años de trámites consiguió la custodia. «Quién compensa los años en que mis hijos han estado sufriendo malos tratos, quién paga el psicológo que mis hijos necesitan», se pregunta José Antonio Merayo. José Antonio tiene informes que hablan del «entorno hostil» en que vivían los niños con su madre, del «terror» a regresar con ella pero fueron necesarios años para conseguir la responsabilidad en su cuidado. Su tramitación judicial incluso ha llegado hasta el Tribunal Supremo, donde reclamó la admisión de unas pruebas contra su ex mujer, o el Constitucional. Ahora, enfadado, recalca que el sistema está «podrido» y nadie hace nada porque «las separaciones son el mejor negocio que hay en este país». Todo coinciden en algo. Las primeras y principales víctimas de estos enfrentamientos son los niños. La Justicia debería tenerlo en cuenta.