Calma chicha (sólo aparente)
En las aguas del Estrecho, doce meses después de la operación para desalojar a los gendarrmes marroquíes del islote Perejil, reina una aparente calma. Se han desactivado los dispositivos especiales de seguridad que llenaron la zona de barcos, aviones, helicópteros y submarinos, aunque se mantienen los destacamentos del Ejército de Tierra en los peñones de Alhucemas, Vélez de la Gomera y las islas Chafarinas. En torno a Perejil se pasean habitualmente patrulleras marroquíes y de la Guardia Civil para evitar que algún graciosillo con bandera vuelva a romper el famoso status quo y ponga patas arriba el remiendo diplomático zurzido a tres bandas entre Madrid, Rabat y Washington. Subirse a las rocas del islote, como hizo La Voz nada más ser desalojado por los legionarios españoles, es hoy mucho más difícil. Mientras, en Ceuta y Melilla, la verdadera trastienda del conflicto, se mantienen las guarniciones habituales. Todo parece así volver a la normalidad. Claro que hablar de normalidad en un lugar como Ceuta, donde viven cerca de 7.000 militares (el 10% de la población), y donde el Ejército posee el 40% del suelo del enclave, es algo muy relativo. A nadie se le escapa, un año después del rifirrafe con el reino alauí, que detrás del osado experimento de Perejil estaba la reivindicación marroquí de Ceuta y Melilla. Ese es también el análisis que se hace en la cúpula militar y en el Ministerio de Defensa. En este último orgamismo se cree que la operación Romeo Sierra ha sido una demostración de fueza necesaria ante un Marruecos acostumbrado en las últimas décadas a ver retroceder a España. «Con lo de Perejil, que mucha gente se ha tomado a broma, hemos conseguido que Marruecos no vuelva a tocar las narices con Ceuta y Melilla por lo menos en los próximos 20 años», confesaba al Diario de León un mando del Ejército. Pese a este tipo de análisis optimistas y del aparente progreso en las relaciones con el reino vecino, nadie se hace ilusiones. En términos de estrategia, el conflicto con Marruecos se da por cierto en un futuro, aunque no se sabe con qué intensidad, en qué términos ni con qué alcance. Por eso las Fuerzas Armadas parecen no haber bajado su consideración de Ceuta y Meilla como los puntos más sensibles de la defensa nacional. De hecho, son los dos únicos puntos de España donde el Ejército, que padece un problema crónico de escasez de tropa y marineros, tiene el 100% de sus plazas ocupadas.