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Bush quiere a Aznar en la ONU

George Bush busca un candidato para Naciones Unidas

George Bush busca un candidato para Naciones Unidas

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Manuel Campo Vidal - Madrid
León

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La diplomacia norteamericana ha comenzado una discreta indagación para evaluar que posibilidades tendrían José María Aznar y Tony Blair de ocupar la Secretaria General de Naciones Unidas cuando termine el segundo mandato de Kofi Annan. La encuesta ha comenzado al menos en Ginebra y Bruselas, ciudades con sedes de Naciones Unidas, OIT y Cruz Roja en el primer caso y Unión Europea y OTAN en el segundo. Un diplomático nigeriano consultado admite que las preguntas que se le formularon revelaban claramente el objetivo: «Estados Unidos quiere dar una salida internacional honrosa a sus dos principales aliados en la Guerra de Irak y por eso nos tantea.» De momento, Aznar y Blair fueron recibidos y casi vitoreados en el Congreso norteamericano y la cadena de homenajes no ha hecho más que comenzar. Pero una cosa es ganar aplausos de agradecimiento en el corazón americano y otra, bastante más difícil, obtener el consenso para ser elegido primer ejecutivo de Naciones Unidas. En el Consejo de Seguridad, Estados Unidos, España y Gran Bretaña quedaron practicamente aislados con su propuesta de ataque a Irak. En la Asamblea General hubiera sucedido algo parecido. Pero los acontecimientos posteriores a la guerra han debilitado aún más aquella posición aislada. Las armas de destrucción masiva no aparecen, y Sadam y su familia tampoco, mientras el culebrón sobre si la CIA engañó a la Casa Blanca, o la Casa Blanca forzó a la CIA a sustentar informes falsos, se está enredando peligrosamente. Para Blair las cosas van todavia peor. La BBC, que merece un homenaje por su independencia, lo tiene acorralado y probablemente tendrá que sacrificar a su jefe de comunicación, Alistair Campbell, autor de la acusación contra el doctor David Kelly, experto en armas masivas, de haber filtrado a la BBC que Irak no tenía uranio de Níger. El rostro del matrimonio Blair a su llegada a Tokio el viernes, después de conocer durante el vuelo la muerte del científico Kelly, era patético. Saben que la tormenta política va a más y que esa muerte le confiere un dramatismo que ha conmocionado a la opinión pública. Blair no levanta cabeza desde la guerra y el goteo de muertes de soldados británicos por la emergente guerrilla iraquí le causa tantos problemas como a los norteamericanos a quienes se les aparece enseguida el fantasma de Vietnam. El que lo tenía mejor era Aznar que salió muy bien parado de las urnas el 25 de Mayo, contra todo pronóstico, después de desafiar a la sociedad española, manifiestamente contraria a la guerra. Y, además, con el inesperado regalo de la crisis socialista a propósito de la Asamblea de Madrid donde el comando inmobiliario de diputados y especuladores del suelo consiguió crear la mayor crisis de una institución desde el restablecimiento de la democracia. Desde entonces Aznar vive cómodamente viendo a Zapatero enredado en sus propios líos entre el inoportuno Pasqual Maragall que si le dan seis meses más pierde las elecciones que tenía ganadas, los celos del responsable económico Jordi Sevilla hacia Miguel Sebastián, ex director del Servicio de Estudios del BBVA, y colaborador de lujo para Zapatero y la termita del expulsado Jose Luis Balbás que ahora le amenaza con acciones judiciales por lesionar su honor. Todo le va de lujo a Aznar. Y para celebrarlo se ha metido en otro lío cediendo a la presión de Georges Bush para enviar tropas españolas a Irak . Se trata de ayudar a controlar una guerrilla en la que se confunden militantes del partido Baas, de Sadam, con descontentos por la ocupación militar extranjera. La Casa Blanca está tan preocupada por la protesta creciente de los familiares de sus soldados que ha pedido internacionalizar el conflicto, lo que en la práctica supone repartir bajas entre varios países. Ya lo advirtió el ex vicepresidente Narcis Serra . «Los americanos son muy buenos para ganar guerras pero después no saben administrar la paz.» Naciones Unidas sería una salida más que honrosa que duda cabe para cualquiera de los dos líderes, Aznar o Blair, pero nada sencilla porque hay que votar y el gusto creciente americano de imponer su ley por la fuerza con razón ,o con razones fabricadas si es preciso, no es la mejor arma electoral para sus patrocinados. Estamos ante un proyecto serio de la Casa Blanca para pagar las deudas contraidas con quienes le apoyaron en su empeño mientras casi todo el mundo dudaba, y acertaba, sobre la veracidad de las pruebas presentadas. Para salir adelante, ese proyecto necesitará ante todo de la reelección de Bush que se producirá salvo que Irak sea un nuevo Vietnam. Blair tiene que comparecer ante las urnas y José María Aznar dejará la presidencia del Gobierno en Junio del 2004, a dos años de la elección del nuevo Secretario General de Naciones Unidas, tiempo precioso para aprender idiomas o no superará las pruebas de idoneidad. Y que Dios reparta suerte en Irak para los soldados españoles y todo quede en el chiste del diputado nacionalista Carles Campuzano: «Fíjense lo que nos puede parecer en Cataluña eso de enviar soldados españoles a una guerra que rechazamos y ponerlos bajo las órdenes de los polacos.»

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