Diario de León

Una casa para entrenar la vida

Nueve jóvenes han pasado por Jalama, un centro de reforma donde los menores cumplen medidas de convivencia, arrestos de fin de semana e internamiento en régimen abierto

Los jóvenes se encuentran la comida hecha al llegar de clase, pero se reparten las tareas domésticas

Los jóvenes se encuentran la comida hecha al llegar de clase, pero se reparten las tareas domésticas

León

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Aquí no hay rejas, salvo la valla del jardín, porque «somos un centro de reforma abierto y carecemos de métodos de contención». Es la casa de Jalama -nombre de una calle salmantina donde la asociación Asecal abrió su primer centro- donde todos los juzgados de menores de la comunidad pueden enviar a jóvenes infractores a pagar su delito con una «convivencia con grupo educativo». Esta medida figura en la ley del Menor 5/2000 con la misión de proporcionar al menor «un ambiente de socialización positivo». La casa fue abierta en León en noviembre del año pasado y desde entonces han convivido en ella nueve jóvenes en diferentes períodos, puesto que sólo dispone de cinco plazas y una tiene que estar disponible para un posible internamiento en régimen abierto (el menor lleva a cabo todas las actividades del proyecto educativo en los servicios normalizados del entorno). En realidad, todas las medidas llevan implícito el componente educativo. La casa y los cinco educadores que trabajan en el centro está pensada también para acoger a menores que son castigados con arrestos de fin de semana en un centro (hasta el año pasado no existían más dispositivos que el centro Zambrana de Valladolid). Actualmente conviven en este hogar especial tres jóvenes -dos leoneses y uno burgalés- y hay disponibles otras dos plazas. El tablón donde figura el reparto semanal de tareas es una de las primeras cosas que se muestra a los recién llegados aparte de una habitación en la que pasarán las noches y sus horas de estudio. «Se reparten las tareas domésticas entre ellos, nosotros sólo las ordenamos si surgen conflictos», subraya el director, David Perulero. La cama se la harán ellos mismos y, «aunque parezca mentira esto es socioeducativo pues casi nunca tienen esta mínima disciplina», añade. Los jóvenes llegan aquí por mandato judicial, pero sólo puede impedir su fuga la certeza que el próximo gigar sí tendrá rejas y medidas de seguridad y que se agravará su situación por quebrantamiento. Los jóvenes tienen que seguir un programa de escolarización o de formación profesional si no siguen la enseñanza reglada. Cuando terminan de cumplir la medida, la mayoría ha alcanzado la mayoría de edad y si no tienen una familia de referencia van a tener que enfrentarse sólos a la vida. Ya han tenido un caso: el chico salió con 19 años y se enroló en el Ejército. De vez en cuando llama a casa para ver cómo van las cosas y charlar un rato. «Hay quienes vienen simplemente a cumplir la medida y no se plantean conseguir nada», explica el director. Es la rutina de los que son castigados a arrestos de fin de semana, generalmente por actos de vandalismo y gamberradas. «Si te pillan, te untan por cualquier cosa». Los fines de semana son 36 horas de reclusión. El juez determina si se cumplen en el domicilio propio -Asecal también supervisa estos casos- o es necesario el traslado a un centro. «Los que vienen con fines de semana no pueden coincidir con los que viven en la casa habitualmente ynos organizamos en dos turnos». Durante las horas de encierro en la habitación, los infractores realizan las tareas educativas de su programa de intervención individual, desde lectoescritura hasta orientación laboral. Si el arresto de fin de semana es en el hogar familiar, se requiere la colaboración de los padres con los educadores que hacen los seguimientos.

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