Diario de León

Ibarretxe ha olvidado Sarajevo

El PNV va a por todas. El proyecto de ley del Estatuto de Libre Asocialción del Estado Español es un desafío en toda línea para el que ni el PP ni el PSOE están a la altura

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Manuel Campo Vidal - madrid
León

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Como regalo a los demócratas españoles en el 25 Aniversario de la Constitución del 78 _la que permitió el Estatuto de Gernica y el resto de autonomías_ el lendakari Ibarretxe presentó el sábado el proyecto de ley del denominado nuevo Estatuto de Libre Asociación con el Estado Español. Simplificando: un plan de secesión por tiempos a la portorriqueña con referencias a Quebec. Ibarretxe se diría que busca ahora una aceleración de la historia después de un cuarto de siglo con una autonomía mayor que la de los landers alemanes y con una escuela y unos medios de comunicación públicos donde la palabra «España» no aparece sino es para mal. Con un país atemorizado por ETA, que va a menos pero que es capaz de quemar una docena de camiones como en Irún a quien no pague el impuesto, el Partido Nacionalista Vasco se siente ya con fuerza para el desafío. Cuenta con un electorado fiel más otro sector aún más entusiasta _Eusko Alkartasuna y la antigua Herri Batasuna_ y con los dirigentes de la Izquierda Unida Vasca seguros de que pasarán así a la historia aunque sea como tristes conserjes del nuevo orden nacionalista. Enfrente tiene al electorado del Partido Popular y del Partido Socialista y con ellos un alto número de nacionalistas que querían autonomía amplia y creen haberla conseguido. En medio _si es que en Euscadi queda alguien en medio entre las dos orillas_ quizás podría situarse un sector simpatizante del proyecto pero temeroso porque su pequeño país tiene más a perder que a ganar con la aventura. Ese hipotético grupo protagonizaba la novela del ex portavoz del Gobierno vasco en la primera época Ardanza, Eugenio Ibarzabal, publicada a finales de los ochenta, una novela que estremeció al mundo nacionalista más radical: situaba en el año 92, coincidiendo con las Olimpiadas, el referéndum de autodeterminación que terminaba con la derrota del «Sí» a la independencia porque al final los viejos nacionalistas preferían votar en blanco antes que saltar al vacío. Está por ver si aquel retrato de Ibarzábal tiene sentido fuera de la ficción y quince años despues. Sea como sea vienen tiempos difíciles porque el desafío está servido y no hay duda de que el PNV va a por todas. Pero tambien porque en el Estado, es muy dudoso que exista la capacidad política para afrontarlo con solvencia. Si en la crisis del Prestige el ex ministro Jorge Semprún advirtió que «no es que haya faltado Estado sino hombres de Estado», es probable que aquí suceda lo mismo. Y esa carencia es la mejor baza del nacionalismo. Lo retrataba ayer con brillantez Florencio Dominguez un artículo en La Vanguardia al describir que Aznar en un mítin reciente bromeó con lo mal que a su juicio llevaban la campaña los socialistas madrileños atribuyendo los errores a un supuesto infiltrado del PP. El «topo» del PP Era una bromita boomerang porque el cúmulo de desatinos populares en la conducción del problema vasco _filtración del plan de persuadir a los empresarios para que se enfrentaran a Ibarretxe, anuncio del proyecto de atraer al PP a una parte del PS de Euscadi, filtración de que Mariano Rajoy asistiría en Gernica al homenaje al Estatuto rompìendo el efecto pretendido, etc._ lleva al articulista a establecer la sospecha de que el PP debe contar con un «topo» del PNV que le sugiere tanto despropósito. Si no hay «topo» es que solo hay torpeza y el extraordinario reto que plantea Ibarretxe merece gente mejor en la conducción de la crisis. En el PP y por supuesto tambien entre los socialistas. En situaciones así es cuando se echa de menos a gentes como Adolfo Suárez que desmontó el aparato franquista, o Jordi Pujol que en última instancia siempre fue un factor de estabilidad o al propio Felipe González ,con sus luces y sus sombras. Han sido los auténticos hombres de Estado en España - aunque los historiadores añadirán merecidamente a Fraga y Carrillo por el gran número de ciudadanos que metieron en la Constitución por la derecha y por la izquierda- y acaso eso explique el frenesí aznariano por labrarse una imagen de líder internacional a cualquier coste para España y así incorporarse a ese trio de ases. Ha sido el propio González el que ha evocado Sarajevo a propósito de los acontecimientos que vive Euscadi. Y los que vivirá. En una conferencia en Granada el pasado jueves, solo horas después del penoso incidente en el que unos ultraderechistas agredieron a Ibarretxe, el ex presidente del Gobierno recordó como aquella mítica ciudad era ejemplo de convivencia en los años ochenta entre serbios, bosnios y croatas: «Se acabó la convivencia en Sarajevo cuando los políticos azuzaron el fuego de los nacionalismos y las identidades». Y advirtió, tras destacar que 25 años de vida de una constitución democrática ya empieza a ser un éxito en la historia de España, que «cuesta años instaurar la democracia y muy poco destruirla». Un empresario alavés _próximo a la cincuentena, empresa familiar del transporte, vasco hasta la médula_ comentaba ayer lo que están viviendo: «Llegué a casa y mi mujer ya me tenía la invitación para asistir en la Diputación Foral al acto anti-plan Ibarretxe. ¡Cómo se ha olvidado Juanjo (el lendakari) de que siendo él alcalde de Llodio, en unas terribles inundaciones, tres guardias civiles se ahogaron por intentar salvar a algunos vecinos que, seguramente, serían nacionalistas. Qué tristeza!».

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