Diario de León

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Letizia con «Z»

La prometida del Príncipe ya sobresalía en la Facultad de Información. Era muy guapa, extrovertida e inteligente. Desde luego, no pasaba desapercibida

Letizia Ortiz, en abril en Basora, cubierta con una «abaya» para entrar en una mezquita iraquí

Letizia Ortiz, en abril en Basora, cubierta con una «abaya» para entrar en una mezquita iraquí

Publicado por
Xurxo Melchor - redacción
León

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Letizia con «z». Así se me presentó Letizia Ortiz Rocasolano (Oviedo, 15 de septiembre de 1972) el primer día de curso en la Universidad Complutense de Madrid. Corría el año 1989 y ambos y otros trescientos alumnos coincidimos en la hipermasificada aula 501 de la facultad de Ciencias de la Información. La clase pija la llamaban, porque recordaba a la marca de esos vaqueros tan caros. Aquel primer día de clase ella y un heterogéneo grupito de aspirantes a periodistas formamos una pandilla de la que nació una buena amistad. Letizia sobresalía. Era muy guapa, extrovertida e inteligente y siempre le gustaba ser el centro de atención. Desde luego, no pasaba desapercibida. Entre los amigos, siempre comentábamos que llegaría lejos, aunque para aquel entonces nuestra meta idílica era que nos dejaran escribir en un periódico, hablar en una radio o dar las noticias por televisión. Evidentemente, a nadie jamás se le pasó por la cabeza que aquella chica rubia sería en un futuro la prometida del heredero de la Corona de España. En aquellos años de universidad la pandilla apenas se separó un día. Más de una vez Letizia alabó las exquisiteces culinarias de mi madre en mi casa de Madrid (tenía un apetito voraz) y también más de una vez acudí invitado a la casa de sus padres en Rivas-Vaciamadrid, donde conocí a sus dos hermanas pequeñas, Telma y Erika, y a su madre Paloma, con la que la ya prometida de Felipe de Borbón siempre ha estado muy unida. También conocí al que por entonces era su novio, Alonso Guerrero, que fue profesor de literatura de Letizia en el instituto Ramiro de Maeztu de Madrid. Acabada la universidad ambos se casaron por lo civil para divorciarse a los 18 meses. Letizia no era, ni mucho menos, una empollona, aunque tampoco tuvo ningún problema en ir aprobando curso a curso sin apenas sobresaltos. Era ambiciosa y sabía que para llegar a ser periodista no bastaba con estudiar la carrera. Hizo prácticas en La Nueva España y se meneó de lo lindo para conseguir una beca del departamento de relaciones internacionales de la facultad para hacer el doctorado en México, donde trabajó en el diario Siglo XXI . En prensa escrita también pasó por las redacciones de Abc y de la agencia Efe, aunque pronto llegó a donde ella siempre comentó que quería: la televisión. Tras un paso fugaz por la cadena económica Bloomberg, fue seleccionada para el primer equipo de CNN+, para al poco tiempo pasarse a TVE. Empezó como presentadora de Informe Semanal y luego pasó al informativo matinal para finalmente dar el salto a los telediarios más potentes. Carrera metórica Su meteórica carrera le ha llevado a formar parte de ese selectísimo grupo de periodistas de Televisión Española (los pata negra les llaman) que actúan como enviados especiales en todos los puntos calientes de la información. Así, estuvo en EE.?UU. durante los atentados del 11 de septiembre, en Irak durante la última guerra del Golfo o en Galicia durante la crisis del «Prestige». De casta le viene al galgo, y es que la futura Princesa de Asturias tuvo una abuela periodista y siempre comentaba que jamás pensó en hacer otra cosa. Desde luego, ya nada será igual para Letizia. Debo decirles que no parece habérsele subido a la cabeza su nueva condición real. Cuando ayer le di la enhorabuena por teléfono tan sólo tuvo tiempo para darme las gracias y decirme que estaba nerviosísima. Pero cogió el teléfono y me atendió tanto a mí como al resto de sus estupefactos amigos. El día anterior, cuando su enlace con el Príncipe de Asturias ya se rumoreaba, ella me dijo sin mucha convicción que todo era mentira. No la creí. Ahora, en cambio, no acabo de creerme que esa chica a la que siempre le brillaban los ojos vaya a ser Su Majestad.

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