Un simulacro de fusilamiento
Los recuerdos de la cárcel van desde el anecdotario de la censura que pasaban los libros que leyeron aquellos dos años entre rejas, hasta el miedo y sensaciones indescriptibles ante las situaciones de tortura, que se daban más en las comisarías que en las prisiones. «En Valladolid me hicieron un simulacro de fusilamiento», cuenta Carlos Alfaro. La herida está curada pero la cicatriz permanece en la memoria. «Los militares no nos trataron mal del todo, el que más nos molestaba con sus interrogatorios era el capitán Gerona, que un poco bruto», recuerda.