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Aznar se lo complica a Rajoy
Cataluña cierra un cuarto de sisglo de historia y hay una gran tensión por el relevo en la Generalitat ya que se entiende que no hay un cambio de gobierno sino un auténtico cambio de régimen
La desmesurada agresividad del Gobierno Aznar contra el Gobierno Maragall, aún antes de constituirse, anuncia tiempos dificiles en el futuro de la relación Cataluña-España. Mala herencia para Rajoy. Se esperaba una ofensiva popular contra el tripartito que sustituirá a 23 años de pujolismo pero nunca tanta, ni tan temprana crispación, como la expresada el viernes por el ministro portavoz del Gobierno. Mientras en Madrid se pregunta quien fue el guionista de Eduardo Zaplana para el desaguisado en Barcelona se percibe cómo la agresión fortalece a los coaligados y, desgraciadamente, refuerza los argumentos de los más radicales. En Cataluña hay alta tensión por el relevo en la Generalitat porque se entiende que no es un cambio de gobierno sino un auténtico cambio de régimen. Cerrar un cuarto de siglo de historia no es cuestión rutinaria. Pero la tensión procede de los descolocados y los sorprendidos que no solo son altos funcionarios y empresas habitualmente contratantes con la Administración. Hay alcaldes convergentes, por ejemplo en la bahía de Roses, en Girona, que lanzan rumores sobre paralización de licencias en la Costa Brava por la nueva Generalitat para sembrar la alarma. Y de paso profieren graves insultos contra el nuevo President. El empresariado recobra la serenidad sobre todo después de la intervención pacificadora del Circulo de Economía. Y parte de su serenidad procede precisamente de que la alianza de Carod-Rovira sea con Maragall y no con Mas. «Maragall controlará mejor a Carod porque tiene al cordobés Montilla junto a él y al PSOE detrás. Lo malo para mí es que mi socio prefería la alianza nacionalista y llevamos unos días muy malos. Espero que no terminemos mal», dice un empresario. Revuelo nacionalista La familia nacionalista anda muy revuelta con algunas dimisiones por la alianza con los socialistas. Y se especula con un trasvase muy nutrido de convergentes a las filas republicanas. Ya han tenido más de mil afiliaciones desde la victoria pero no sólo convergentes y los oportunistas de siempre: en buena parte es gente nueva, muy ilusionada. «Es que ese mundo es un «continuum» -señala el catedrático Julián Santamaría- porque basta observar que el antiguo secretario general de Convergencia, Pere Esteve milita en Esquerra y su homólogo de Esquerra, Angel Colom, milita en Convergencia.» Y, por cierto, para tranquilidad de los empresarios, hay que recordar que el antecesor de Colom en la secretaría general de Esquerra, Joan Hortalá, preside ahora la Bolsa de Barcelona. La tensión por tanto procede del impactodel relevo pero no del miedo por el gobierno de izquierdas, como aseguran algunos comentaristas tocando la partitura escrita en Moncloa, porque más del 70% de los catalanes pedían cambio, según las encuestas de Doxa. Y el cambio posible era solo ése. Un gobierno presidido por Mas sería continuidad aunque se apoyara en Esquerra en vez del PP. Y Maragall, no se olvide, perdió votos porque no se le identificaba suficientemente con el cambio. Con ese cuadro escénico, esta semana tendremos a Maragall en la presidencia de la Generalitat con la necesidad imperiosa de hacer cosas cuanto antes y acompañado de la incógnita de cómo afectará electoralmente a Zapatero. Que este nuevo gobierno catalán gobernará y hará cosas importantes y limpias, cabe esperarlo razonablemente. Esta gente sabe gobernar y quizás por eso genera tanta animadversión. Maragall lideró la Barcelona moderna, hizo los Juegos Olimpicos, movió montañas dinero y aún es hora de que se hable de una comisión o de una mala gestión. Con él estará Joaquin Nadal el que fuera eficaz alcalde de Girona. Y así sucesivamente. Salvo sorpresas inesperadas, gobernarán limpio y a toda velocidad para desmentir insidias y recuperar tiempo perdido aunque tres meses hasta las próximas elecciones, las generales, es poco. Otra cosa, más grave aún, es que esa campaña dejará un poso anticatalán peligrosamente separador en España.Mariano Rajoy, aunque a corto plazo beneficiado electoralmente, deberá gestionar en el futuro ese desencuentro. No le hace favor alguno Aznar: despues de dejarle enconado el País Vasco sin haber sabido controlar la deslealtad constitucional de Ibarretxe, le incendia la relación con la Generalitat. Y una política exterior pacientemente construida durante años, resulta sacrificada en Europa y en todo el mundo a cambio de su alianza con Georges Bush.