«No causamos ninguna sorpresa al llegar aquí»
Las monjas mexicanas que ahora ejercen labores de servicio social y humanitario en Fontanil de los Oteros dicen no haber sido recibidas por sorpresa en una tierra como la leonesa acostumbrada a enviar misioneros al otro lado del Atlántico, pero no a que suceda al revés. Según la superiora, Carmen Arteaga, el capuchino fundador de la orden, fray Emilio Lozano, ya solía veranear en su pueblo de origen y avisaba que algún día vendría con su gente. De hecho, la residencia de Fontanil se acabó justo un año después de que falleciera a comienzos de los años noventa. Según la monja Arteaga, la aclimatación a la zona no ha sido, sin embargo, fácil, en parte por el carácter de la gente, que ella califica en el argot mejicano de «recio» y que, traducido aquí, viene a significar algo tan poco solidario como que nadie da nada por nada y tal vez por eso la gente se preguntaba qué querían a cambio cuando llegaron. Decir nada no servía.