| Crónica política | Elecciones el 14 de marzo |
Después de Aznar, la primavera
Zapatero parece haber identificado algunos problemas y nombró un gobierno en la sombra repleto de personalidades donde tan importante es Solbes como Peces Barba
El 2004 nos trae la primavera adelantada: el 14 de marzo. Ese día, Aznar dejará de ser presidente del Gobierno y sólo continuará en funciones porque decidiremos ya si nos gobernará Rajoy o Zapatero. De ambos se espera un cambio de clima político para terminar con la rudeza del invierno aznariano, que Enrique Gil Calvo acaba de definir en su obra El miedo es el mensaje. «Un personaje como Aznar -comenta al presentar su libro-no hubiera podido ser diseñado nunca por Antonio Mercero (el de Verano azul y Farmacia de guardia) porque a él los villanos cinematográficos no le salen». Pero en el país hay otras corrientes de opinión sobre Aznar: «Quienes dijeron al principio que era tonto se equivocaron. Después pronosticaron que no se marcharía a los ocho años como prometió, y lo ha hecho. Y los mismos dicen que es un autoritario, pero los autoritarios no ceden el poder como acaba de hacerlo a favor de Rajoy ni van de teloneros a los mítines para apoyar al sucesor», declara el sociólogo Carlos Malo de Molina, presidente de Sigma 2. Rayoy o Zapatero. Del primero se espera eficacia y templanza. Del segundo eficacia y coherencia. De cualquiera de ellos hay derecho a esperar la apertura de una etapa nueva en la que crispación y frivolidad no sean la nota predominante de la actualidad política. Vienen tiempos difíciles por el desafío vasco, por la ampliación europea, por el drama de la emigración imparable, por el terrorismo que siempre amenaza y por el ascenso de las mafias in-ternacionales y también locales como para ir inventándose enemigos complementarios. Las previsiones indican que el PP podría ganar en España y el mismo día el PSOE en Andalucía si Chaves se impone otra vez a Teófila. Pero los derbis hay que jugarlos hasta el último minuto, incluida la prórroga, como amargamente aprendió Artur Mas. «Lo principal ya está hecho, que era quedar en diputados por delante de los socialistas, así que nos vamos una semana de vacaciones», confió su esposa a una compañera de trabajo. Cuando volvieron de Canarias, Maragall les había tomado la delantera y poco después entraba en la meta de la Generalitat con Carod y Saura en el pelotón de cabeza. Mas bastante hará con mantenerse como jefe de filas de su equipo. Rajoy, que lo sabe, va a por todas porque, con la capacidad de alianzas maltrecha que hereda, necesita mayoría absoluta. Zapatero parece haber identificado algunos problemas y nombró un gobierno en la sombra repleto de personalidades solventes donde tan importante es la presencia de Solbes o Peces Barba como la ausencia de Caldera y algún colega de la dirección socialista a los que Dios no suele iluminar cuando hacen declaraciones. Paisaje renovado La primavera llegará después de Aznar y, además, el paisaje se renovará profundamente. Nunca las listas electorales habían sufrido una remodelación tan drástica en consonancia con la retirada de Pujol, de Arzalluz y de Beiras. No repetirán ni Aznar, ni González, ni por cierto su esposa, Carmen Romero, ni Frutos como cabeza de lista, ni Anasagasti, ni Trias, ni Mauricio. Todos los candidatos a presidente son nuevos: Rajoy, Zapatero, Llamazares, Duran Lleida... Y como sucede en los relevos, el banquillo de frustrados está al completo: Rato, Bono, Egibar, etcétera. Bono corre incansablemente la banda a base de declaraciones por si Zapatero se lesiona y Rato deshoja la margarita de su futuro personal: o comisario europeo, o gobernador del Banco de España, o primer ministro de Rajoy o a la vida privada. Las empresas familiares están tocadas, pero cualquiera de sus amigos en Repsol, Endesa, BBVA, Telefónica y otras corporaciones en las que el propio Rato los situó le echarían una mano, salvo traición mediante. Para quien dude de que esas cosas pasan que eche un vistazo al drama de Zaplana. Corrió el riesgo de quitar a su sucesor de la Generalitat valenciana -aunque enviándolo a Bancaja, que no es mal sitio- para poner a su hombre de confianza, Francisco Camps. Camps, una vez en el poder, se ha visto aquejado por una amnesia incluso agresiva. Un colaborador del ministro porta-voz ha comentado: «Mi consejo y el de todos a Eduardo es que se trague el dolor y el orgullo. Es una cabronada inmensa pero la guerra la tiene perdida. Y si pelea perjudicará a Mariano, que bastante tiene con la guerrilla Esperanza-Gallardón». Rajoy puede ganar pero de él se espera algo más que la capacidad de encabezar un cartel electoral con éxito: se espera que demue-tre que el PP puede gobernar desde la templanza como en su día hizo Suárez desde UCD. A José María Aznar le honra el cumplimiento de su palabra al retirarse, pero no gobernó nunca desde el centro. En la primera legislatura estuvo entregado aritméticamente a PNV y CiU. Hay dos frases casi calcadas de Arzalluz y Pujol: «Hemos obtenido más en 13 meses de Aznar que en 13 años de González». La segunda legislatura, acaso por desquite, los modos populares se agriaron innecesariamente. Ra-joy, sin duda el mejor candidato posible del PP, y probablemente con más virtudes de gobierno de las que pregonan por Madrid los partidarios del férreo Rato, tiene ese doble reto: ganar y situar al Partido Popular en un centroderecha real y coherente y no sólo cosmético.