Cerrar

| Perfil | Josu Jon Imaz |

Presidente contra la voluntad del «padre»

Publicado por
Ramón Gorriarán - madrid
León

Creado:

Actualizado:

Josu Jon Imaz fue proclamado ayer nuevo presidente del PNV merced a su ajustado triunfo en las elecciones internas, una victoria que constituyó todo un tirón de orejas del partido a su antecesor, Xabier Arzalluz. En la biografía de Imaz hay un detalle significativo que explicaría la osadía de rebelarse contra el líder. Quedó huérfano de padre a los ocho años, de modo que vivió buena parte de la infancia, la adolescencia y la juventud sin la figura paterna. Una carencia que facilitó que, acostumbrado como estaba a no contar con el progenitor, se levantara con normalidad contra los designios del «padre» Arzalluz. Si en los batzokis vizcaínos y guipuzcoanos se celebró su triunfo, en el palacio de Ajuria Enea corrió el cava. El lendakari no podía tener a un referente más cómodo en el partido que su ex portavoz de su gobierno. Juan José Ibarretxe hubiera tenido más problemas con Egibar tanto por el talante del derrotado -sus estrechos coqueteos con Batasuna no son del agrado del lendakari- como por sus prisas soberanistas. Imaz, en cambio, estuvo desde la primera hora en la fragua del Plan Ibarretxe y comparte ritmos y estrategias con él. Con 40 años, se ha convertido en el presidente más joven del PNV y el que va a tener que pilotar al partido ante uno de los proyectos más ambiciosos de su historia: dotar a Euskadi de un nuevo estatuto que modifique de arriba abajo las relaciones con España. Los militantes nacionalistas pensaron que esta tarea exige un líder dialogante y alejado de los exabruptos, características que calzan a la perfección con Imaz, como ha quedado acreditado en sus casi cinco años en los que ha sido la voz del Ejecutivo vasco, con arriesgadas piruetas dialécticas en momentos tan difíciles para el Gobierno de Vitoria como la ruptura de la tregua de ETA y la consiguiente ofensiva terrorista, o cuando asumió la defensa del Plan Ibarretxe en medio de un vendaval de rechazos. Ahora, y sin renunciar a la apuesta soberanista ratificada en la asamblea, tendrá que restablecer los puentes volados por su antecesor con los no nacionalistas. Una tarea que precisará de grandes dosis de mano izquierda y una cintura política por la que no se han caracterizado los dirigentes nacionalistas vascos en los últimos años.