Diario de León
El Príncipe de Asturias, junto a Ángel Acebes y José María Michavila saluda a los asistentes al acto

El Príncipe de Asturias, junto a Ángel Acebes y José María Michavila saluda a los asistentes al acto

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Paloma Abejón - redacción | madrid
León

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Más de mil víctimas del terroris-mo de distintas partes del mundo se reunieron ayer, por primera vez, en Madrid. Imágenes como un abrazo entre el jefe de bombe-ros de Nueva York el 11-S, Joseph Pfeifer, que perdió a su hermano en la tragedia, y la islamista Saida Benhabyles, una argelina co-presidenta de la Federación Internacional de Asociaciones de Víctimas del Terrorismo que gritó a los cuatro vientos que el Islam no es lo que los integristas dicen, dieron sentido al acto. La indignación de las víctimas por la noticia de Carod Rovira fue menor que el sentimiento de emoción que vivieron y que tuvo su momento más álgido cuando el Príncipe Felipe, que inauguró el encuentro, dijo que «la fortaleza de nuestra democracia y nuestro Estado de Derecho, la eficacia de las fuerzas de Seguridad, el impulso de la cooperación internacional y nuestro profundo amor a la paz, la libertad y la democracia permi-ten abrigar fundadas esperanzas de que el terrorismo podrá al fin desaparecer para siempre». El presidente del Parlamento Europeo, el irlandés Pat Cox, aprovechó el acto para dar un duro tirón de orejas a países como Portugal, Bélgica, Grecia, Finlandia o Dinamarca, que aún no han incorporado a sus legislaciones las directrices de la UE contra los grupos armados y su financiación, y también a Alemania, Italia y Grecia por haberse rezagado a la hora de implantar la euro orden europea de búsqueda y captura. Proyectos de ayuda Pero como las víctimas necesitan soluciones y su dolor no lo tiene, Cox también hizo un anuncio importante: los Quince comenzarán a final de año a cofinanciar proyectos de ayuda a las víctimas del terrorismo y la primera de estas partidas tendrá un valor de un millón de euros. E hizo todo esto después de confesar públicamente que su hija de seis años murió en un accidente de coche en 1988 y que él aún vive con ese dolor. Ayer, todo el mundo en Boadilla del Monte era una víctima. Relatos como el del israelita Arnold Road, que confesó que su única intención es que su hija de 15 años asesinada en Jerusalén en agosto del 2001 no se convierta en una estadística, o el de Michael Gallagher, que perdió a un hermano en un atentado del IRA y a su hijo de 21 años en otro, el ocurrido en el atentado de Oma pocos años después, por el simple hecho de que ese día había ido al centro a comprar unos pantalones vaqueros, sembraron el congreso de un dolor sin fronteras difícilmente explicable. Desde Colombia hasta Jerusalén, pasando por Argelia, Estados Unidos o España, las víctimas hablaron ayer el mismo idioma. Muchos reconocieron que la situación ha mejorado, que se les reconoce como damnificados de un problema que ellos no han generado, pero también dejaron claro que queda mucho camino por recorrer. Según se dijo ayer, «puede que las víctimas no estemos tan organizados como los terroristas, pero cuando lo hagamos no habrá fuerza que nos pare».

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