Mario Amilivia González (PP): Un todoterreno deraza hasta en la mesa
Era sólo un chaval cuando su profesor Alfredo Marcos Oteruelo, entonces dirigente de AP, se fijó en él y lo reclutó. Ya destacaba entonces por su oratoria y capacidad de argumentación, dos cualidades que hoy ha sabido desarrollar por encima de esa franca timidez que en ocasiones solapa a un hombre sentimental y muy amigo de sus amigos. Pocos saben que Mario Amilivia González (León, 1957) no ha tenido el camino fácil, a pesar de su notorio apellido. Nieto del ingeniero de Minas Antonio Amilivia e hijo del abogado José Antonio Amilivia Zapatero -sostenía un vínculo muy especial con su padre-, es el tercero de cuatro hermanos, con quien compartió una infancia sin grandes lujos. Hoy, la misma pasión que siente por su trabajo la multiplica por cien cuando se trata de sus dos hijas y su mujer; es familiar, mucho. Su incursión en la política coincide con la etapa universitaria -es licenciado en Derecho y llegó a ejercer como profesor asociado de Constitucional (1989-94)-. En esos años entabló amistad con el actual secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero. Tomó parte por primera vez en unas elecciones ocupando el último puesto de la lista de Coalición Democrática para el Congreso de los Diputados. En ese momento despliega una intensa actividad en la Organización Juvenil, de la que fue vicepresidente nacional junto al hoy delegado de Migraciones, Gonzalo Robles Orozco, hasta que posteriormente tomó el mando de las Nuevas Generaciones en León. Es un político todoterreno y de fondo. Su primer cargo se lo dio Morano en 1983. Tenía por entonces 26 años. Con él fue teniente de alcalde en León, hasta que en el año 86 encabezó la lista del PP leonés al Congreso. Fue diputado en las Cortes Generales hasta 1989. Posteriormente fue procurador de Castilla y León y, en 1995, el PP -la disposición hacia su partido ha sido siempre plena- le presentó como candidato a alcalde de León. Consiguió entonces la primera mayoría absoluta que se ha conocido en el Ayuntamiento, en donde gobernó hasta las pasadas elecciones municipales. En este último periodo ha demostrado capacidad de gestión -hace un seguimiento de los proyectos de principio a fin- y también de diálogo, sosteniendo durante el último mandato un difícil pacto con la UPL. Es coqueto hasta las últimas consecuencias. Le gustaba practicar el fútbol, ahora se limita al frontón. Nunca descuida su piel ni su pelo y es de los que selecciona la ropa que se pone cada día. Le gusta pasear familiarmente, leer biografías o novelas históricas y escuchar música orquestada, aunque a buen seguro son sus hijas las que le ponen al día en este último asunto. Presume de preparar muy bien los huevos al plato, pero hay quien dice haber probado en su cocina una de las mejores tortillas de patata. Aunque su mujer, y sobre todo el lavavajillas, le agradecen que no se ponga el mandil. Él es arrocero y de platos muy sencillos, nada de extravagancias vanguardistas. Su vino, el blanco. Su dulce, el chocolate. En la sobremesa le gusta una charla con orujo, pero, una advertencia, es casi fijo que el tema a tratar sea político. Y es que lo lleva en la vena. Su vida está muy centrada en este ámbito. Sus mejores amigos los tiene aquí. Y es que dicen que le gusta crear equipos, con los que siempre crea lazos de amistad. Sin embargo, cuando se enfada... Aunque personalista y un pelín inseguro -en su entorno coinciden en que le afecta mucho lo que escuche de sí mismo-, uno de sus puntos débiles es lo vulnerable que puede llegar a ser ante las traiciones. Porque él es fiel e incapaz de hacer daño a su peor enemigo, un enorme defecto para con la jungla política. No leonesista, pero muy leonés, al candidato Amilivia también le gusta el mar y, cuando viaja, antes prefiere vivir la ciudad que visitar un museo. Pero cuando se trata de pasear por la suya, esa habilidad que tiene para parlamentar en un hemiciclo se desvanece y aflora de nuevo su timidez. Sabe dulcificar las cosas, tiene orgullo y es sensible, «aunque lo disimula muy bien», dicen todos los que hablan de él.