Diario de León

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Carod inquieta a Pujol y al Rey

El ex presidente de la Generalitat asegura que está «alarmado» por el exceso de «espectáculo» y la ausencia de proyectos en Cataluña tras la entrevista del portavor de ERC con ETA

LA entrevista de Carod con ETA desata  las críticas

LA entrevista de Carod con ETA desata las críticas

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Manuel Campo Vidal - madrid
León

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La crisis de la relación Cataluña-España desatada por el caso Carod no sólo inquieta a los políticos en liza electoral. Jordi Pujol ha confesado que está «alarmado» por el exceso de «espectáculo» y la ausencia de proyectos a medio y largo plazo en Cataluña. De otra parte, la inestabilidad en la escena política, más el debate ácido en el Parlament que incluyó referencias a la «Monarquía bananera» por el portavoz de Esquerra Josep Huguet, no pasan desapercibidos en la Casa Real. En casi un cuarto de siglo de gobierno de Cataluña, Jordi Pujol ha pugnado por preservar dos grandes conceptos: convivencia y estabilidad. En su nombre ha tomado polémicas decisiones -dar apoyo a un debilitado gobierno socialista o pactar con el gobierno de Aznar- y riesgos personales evidentes como la noche del 23-F durante el intento de golpe de Estado. En aquellas difíciles horas, Pujol, recién llegado a la Generalitat, fue el único punto de referencia constitucional hasta que de madrugada llegó el mensaje del Rey. «Aquel episodio sirvió para que la Monarquía y el nacionalismo catalán vencieran sus reticencias», señala José Antich, director de La Vanguardia y autor de la biografía El virrey . «Su decidida acción aquella noche crítica vale por toda una vida política con sus luces y sus sombras», sostiene Xavier Vidal-Folch, director de El País en Cataluña. Los catalanes-y los españoles- se sintieron reconfortados por el mensaje radiofónico de Pujol y sus gestiones desde la Genera-litat, mientras que el lendakari Carlos Garaikoetxea, literal-mente, se escondió. Estabilidad Nadie niega a Pujol su valor y contribución permanente a la estabilidad. El socialista Josep María Rañé, conseller de Trabajo e Industria, critica la política de sus antecesores en ese departamento acusándoles de «jibarizar todas las iniciativas interesantes que se les presentaban hasta reducirlas a casi nada, para ponerles al fin un cartel y dar paso a la inauguración de la idea, previamente vaciada». Pero su dura crítica se detiene en seco para mostrar su respeto institucional a la figura de Pujol en relación a cuestiones «de Estado». Ese Pujol, el de altura, ha reaparecido para recibir el viernes un doctorado honoris causa de la Universidad Ramon Llull de Barcelona -a propuesta de Esade- y ha aprovechado para arremeter contra el exce-so de espectáculo. El peor momento Ese espectáculo y la peligrosa acumulación de irresponsabili-dades cometidas -reunión con ETA, deslealtad con Maragall, filtración de la noticia desde Moncloa, etcétera- configuran el peor momento en la historia de la Generalitat, que los socialistas intentan dar por superado. Pero es difícil porque la doble tenaza de Aznar desde el PP y de Carod desde Esquerra impide pasar página. Al PP el caso Carod le tapa el inicio de la retirada dialéctica de la guerra de Irak, cuya oportunidad cuestiona hasta el general Colin Powell discrepando de Aznar, que la sigue defendiendo a ultranza. A Carod la crisis le ha costado el puesto de primer consejero, que concebía como trampolín para saltar a la presidencia de Cataluña y acercarla a la independencia. Su recurso ahora es la huida hacia delante, la búsqueda de un plebiscito, la elevación del techo reivindicativo y el «recurso a la demagogia», como ha denunciado Antoni Basas, el periodista de mayor audiencia en la radio catalana. De momento, el acento en la batidora dialéctica se pone en la independencia pero hay avisos de que puede dirigirse hacia la institución monár-quica en las actas parlamen-tarias. Véase la intervención de Huguet y sus referencias a la «monarquía bananera». Y, además, el calendario no es bueno: la sucesión de campañas electorales -española y europea- y la boda del Príncipe Felipe en medio conceden a la Familia Real una visibilidad excesiva para tiempos de turbulencias y demagogias.

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