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Con la mixomatosis del conejo cayó un 35% el censo de otros animales

La población de conejos de monte se ha reducido a apenas un 5% desde la aparición de la mixomatosis

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A. Núñez - león
León

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Según los zoólogos, la práctica desaparición del conejo silvestre a partir de la década de los sesenta, a pesar de su proverbial fecundidad, que puede llegar a una camada al mes, está en el origen de la extinción de otra media docena de especies. El brusco descenso de la población de conejos silvestres en la provincia, que en algunas áreas llegó a ser de hasta mil ejemplares por kilómetro cuadrado y ahora apenas llega a una veintena, se debió también a la importación de la mixomatoxis, una enfermedad vírica inventada por los humanos en Australia para acabar con este tipo de animales, a su vez importados de Europa, cuando allí comenzaron a convertirse en una plaga por falta de predadores. Según Purroy, catedrático de Zoología de la ULE, la enfermedad llegó a León precisamente desde Australia, vía Brasil, Francia y Argentina. «Era un virus de sudamérica que previamente habían potenciado los australianos para acabar con su propia plaga y que básicamente funcionaba soltando unos pocos animales que terminaban contagiando al resto». El experimento fue ensayado luego en la finca de un ciudadano particular francés, que, a pesar de tener un muro de cuatro metros de alto, no pudo evitar que una parte de los ejemplares enfermos se le escaparan. «El resultado», según Purroy, «fue la extensión de la mixomatosis a toda velocidad por Europa, incluída España, en saltos de quince o veinte kilómetros diarios a partir de 1955, de modo que aquí había ya epidemia en 1957». En los años setenta se intentó recuperar la especie a través de una vacuna que, teóricamente, debía transmitirse también por contagio, pero fracasó, y desde entonces se está produciendo un espontáneo, pero lento, proceso de autoinmunización de la especie, que, en el intermedio, no ha podido salvar de la extinción total en la provincia a otras para las que servía de alimento: el águila azor de roquedo, cuya dieta básica eran conejos, perdices y lagartos, la jineta, el hurón y, sobretodo, el lince ibérico, que hasta 1957 sobrevívía sin problemas en los robledales y encinares del Bierzo, Tuerto, Duerna y Maratagería. Todavía se puede consultar documentación en algunos archivos de Ponferrada, rememora Purroy, «en la que se da cuenta de la venta de hasta cincuenta pieles de lince, que estaban entre las más apreciadas de EspañaS», algo que ya pasó a la historia.

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