Diario de León

La casa, construida principalmente con materiales naturales, se alimenta de paneles solares y un pequeño molino

Natural, rural y autosuficiente

Una familia de Riello muestra que es posible vivir con comodidad con energía solar L

DANIEL

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Ana Gaitero - león
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Parece que van contra corriente, pero están convencidos de que «el futuro va por aquí». Elicio apunta hacia los paneles solares fotovoltaicos y al microgenerador que aprovecha el viento de Omaña los días de borrasca y menos sol. Un molino casi invisible. Sobre la ladera está su casa. El futuro, para Elicio Melcón y Raquel Rodríguez, son las energías renovables aplicadas al funcionamiento integral de una vivienda. Ellos han puesto en marcha este proyecto en Riello, levantando una casa «ecológica» y «sana» que no está conectada a ningún tendido eléctrico, aunque podría hacerlo para vender la energía excedentaria. «No vivimos a oscuras ni somos anacoretas», precisa este veterinario que se ocupa, entre otras cosas, de la salud de las vacas de los 90 ganaderos que aún quedan en la comarca, unidos en una cooperativa. Elicio Melcón es de Santibáñez de la Lomba, un pueblecito del término municipal de Riello, del que tuvo que salir con 10 años porque cerraron la escuela. Ahora ha vuelto con Raquel Rodríguez, una asturiana que ha puesto en marcha una miniexplotación apícola en la finca. La pareja tiene una pequeña gran prole si tiene en cuenta que Celia e Ismael son los dos únicos niños que viven durante todo el año en Riello -en verano se triplica la población- y dos de los doce que acuden a la escuela rural, la única que permanece abierta en Omaña. La casa nació con la voluntad expresa de sus futuros propietarios de que fuera «una construcción ecológica» y «autosuficiente en sus necesidades energéticas», precisa el arquitecto Francisco Alonso, para quien es «muy importante» la idea de que detrás de la construcción hay una elección personal, «no es nada impuesto» ni por el diseñador, ni por el constructor. La casa está orientada al sur, es de ladrillo y termobloque cerámicos -«quizá este fue el único error, no hacerla de piedra» como la casa tradicional en la zona, reconocen-, forjados de madera maciza «que no proceden de bosques tropicales mal gestionados», revocos de mortero de cal y suelos de barro cocido si vitrificado. Las pinturas están hechas a base de pigmentos naturales, al silicato y a la cal. En su frente sur destaca la galería de cristal. Su función, aparte de gran captador de luz natural, es acumular el calor solar de forma pasiva e introducirlo en la casa. Tiene suelo de barro cocido y debajo una solera térmica o almacén de piedras para conservar el calor. La galería -elemento que se mantiene en casas tradicionales de la comarca- es una pieza significativa del engranaje energético de la vivienda. «Nuestra apuesta es captar energía cercana y lo más limpia posible, no traerla de otros sitios con grandes infraestructuras», precisa Melcón. Con los cinco metros cuadrados de paneles términos se realiza un aporte importante de energía para calentar el agua de la casa. El aerogenerador tiene 400 vatios y funciona con un viento de 40 a 50 kilómetros la hora; sus medidas de seguridad impiden que se ponga en marcha si viene un vendaval, con el fin de que no se estropee. La calefacción es de biomasa: leña del monte. Este año, por primera vez, han participado de las suertes del común, la ración de leña que desde antiguo correspondía a cada vecino y cuyo reparto anual languideció más deprisa que la propia vida rural. También aprovechan los restos vegetales de las podas de los bosques comunales, las ramas que se cortan para el clareado de los bosques. La calefactora es una versión moderna y flamante de las viejas cocinas económicas o bilbaínas. En su horno «se hacen buenos bizcochos», comenta el dueño de la casa. También tinen una chimenea en el salón. Todo el calor del circuito solar térmico, la calefactora y el fogón francés va a un mismo interacumulador y desde ahí se distribuye al muro radiante que calienta la casa. La vivienda, que habitan desde hace tres años, fue la primera en León en disponer de este zócalo radiante, una versión del suelo radiante extendida por las paredes que trabaja a temperaturas bajas y, explica Melcón, «no necesita los grandes aportes energéticos de los radiadores convencionales». Vivir en un pueblo no es una opción fácil, pero tampoco tiene que ser incómodo. Elicio lo tiene claro: «Es posible vivir así, aunque es menos común: aquí estamos nosotros y tenemos de todo: televisión, DVD, ordenador y vamos a comprar el lavavajillas». El arquitecto señala que «esta solución de calefacción, además de autosuficiente, funciona a temperatura 25-30º, por lo que no altera, ni vicia, ni reseca, la cualidad energética del aire». «Es una solución biocompatible de gran calidad y confort térmico», añade. Las necesidades de iluminación y electrodomésticos se cubren con la energía que aportan los paneles fotovoltaicos (25 metros cuadrados) a una estación de baterías, desde la que se podría enviar a la red pública el excedente. La casa está algo distante del pueblo y para el agua potable se dispone de un pozo suficiente para abastecer a la casa y a la huerta, que todavía no han empezado a labrar. También se pensó en cómo devolver limpia al planeta el agua que consumen. «El agua residual se conduce, previo separado de grasas, a un digestor y se canaliza en casacadas oxigentantes a un lagunaje con vegetación y fauna (ya hay alguna rana) que colaboran al ajardinamiento de la parcela», explica el arquitecto. Para los dueños de la casa su apuesta es «pensar globalmente y actuar localmente». «Queríamos estar cómodos y tranquilos con nuestra conciencia», precisa Melcón. El proyecto no ha sido fácil. Aún esperan ahorrar lo suficiente para rematar la planta de arriba. «El futuro va por aquí», insiste Melcón. El planeta, explica, está recalentándose -en España han aumentado dos grados las temperaturas en los últimos 50 años- y el uso de energías renovables podría contribuir a que el cambio climático no se convierta en una amenaza. «Son más limpias y funcionan igual que las otras, aunque no ha habido voluntad política de promocionarlas entre la población», precisa el veterinario. Una prueba son las dificultades y el encarecimiento de los sistemas para que los pequeños consumidores y productores vendan energía a la red. Cuando se construyó la casa de Riello el dispositivo de seguridad que exigen costaba 4.000 euros.

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