Diario de León

| Crónica | En tierras de Trillo |

Rajoy le da estopa al rival La crisis catalana anima a PP y PSOE a abrir el pacto antiterrorista a otros

El aspirante del PP se cachondea de la nueva vestimenta negra de Zapatero y le acusa de derrotista. «Está enfadado con todo y yo quiero una España alegre», dice

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Ramón Gorriarán - madrid
León

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Un temporal traicionero reventó la sesión vermú de San Sebastián. El candidato se quedó ayer atrapado en Vitoria por la nieve y fue incapaz de llegar a su cita donostiarra, a donde promete volver. Se esperaba que allí Rajoy impartiese doctrina sobre la España única, uno de los grandes clásicos del PP. Ya en la víspera, en un informal corrillo nocturno en el Obradoiro, el sosegado líder había avisado, medio en coña medio en serio, que «mañana voy a dar estopa». Pero la estopa se quedó para la noche alicantina y el zarandeado fue Zapatero. En Alicante el cabeza de lista es Trillo. Había sana expectación por ver en vivo y en directo al hombre que con su fino humor (el euro a la periodista) y su ingenio en las sobremesas nocturnas (Perejil) se había convertido, junto con el temerario Carod, en el gran anima-dor de la precampaña. El estratega que tomó el mítico islote arengó con castrense brío, pero no metió la gamba. Trillo y Zaplana le abarrotaron el pabellón a Mariano. Hubo que habitilar una sala extra. En Alicante hay euforia palpable con el PP. Y es que bajo el guión de Aznar, España ha crecido mirando con descaro al pujante eje Madrid-Valencia, para pesar de, por ejemplo, Galicia. «Alicante -resumió Trillo- ha pasado en cuatro años a ser la cuarta provincia, cuando era la décima». El ministro de Defensa le dedicó una suave faltada a Zapatero.:«La alternativa fragmentada -así llama Trillo al PSOE- tuvo que buscar su candidato en la tercera fila de los escaños». Pero para fustigar a saco al candidato del PSOE se bastó Rajoy. La verdad es que cuando se cachondeo del nuevo look a lo Al Pacino de su rival costaba no reírse: «Estaba en mi pueblo, en Santiago, y vi a esos señores en sus butacones de Madrid. Había allí un extraño señor de negro, con corbata a lunares, creo que le llaman ZP. Decía aquel buen hombre que había que cam-biar el talante y a renglón seguido me ponía de vuelta y media». Y sin perder la flema, más vitriolo: «¡Parecía cine negro!». Aprovechando el luto de Zapatero, Rajoy contrapuso su supuesto proyecto en negativo con el Hollywood del PP: «Yo quiero una España alegre. Lo mejor para España está aún por llegar». Va sólo un día de campaña, pero las cartas ya están echadas. Rajoy vende como un gran éxito programático el mero hecho de dejar España tal como está, sin tocar su Constitución; promete nuevas bajadas de impuestos; asegura que se puede acabar pronto con ETA y enfatiza que «jamás negociaremos con ella». El argumento para inhabilitar a Zapatero como gobernante tira a sencillote: su talón de Aquiles sería que no defiende la unidad de España. Rajoy se permite incluso decir que, en el fondo, los parroquianos del PSOE piensan también como él. Mantener lo que ya hay; un guión básico. Algunos incluso lo verán de vuelo raso. Lo curioso es que resulta que a los alicantinos del PP les chilló. El desembarco de ETA en la campaña electoral con su tregua para Cataluña convenció a PP y PSOE de la necesidad de abrir el pacto antiterrorista a otras formaciones políticas, una incorporación que, en todo caso, se materializará después de las votaciones del 14 de marzo para no avivar más la polémica sobre la utilización electoral del terrorismo. Ambos firmantes coinciden en que el pacto ha sido y es una herramienta muy eficaz contra ETA, pero también reconocen, más los socialistas que los populares, que la firma del acuerdo llevó aparejada la fractura de la unidad democrática contra el terrorismo, un precio demasiado alto como quedó de manifiesto en la crisis abierta en Cataluña. Eran conocidas las intenciones de Zapatero de abrir el 'Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo' a otras fuerzas políticas. Mariano Rajoy siempre ha sido más ambigüo y aunque ha mostrado su disponibilidad, nunca ha dado demasiadas pistas de sus intenciones. Hasta que poco antes de la concentración contra ETA de Barcelona, el presidente del PP de Cataluña, Josep Piqué, un dirigente del círculo más cercano del candidato popular, garantizó que un Gobierno del PP hará «esfuerzos» para «incorporar a partidos como CiU» al pacto antiterrorista. Piqué fue más allá porque consideró que «no se pueden crear divisiones ficticias entre los demócratas» ya que no cabe duda de que todos los demócratas «estamos del mismo lado» aunque sea con «fórmulas diferentes» para terminar con ETA. Unas palabras confirmadas horas después en el entorno del candidato a la Presidencia del Gobierno. PP y PSOE son conscientes de que los sucesos acaecidos en Cataluña tras la declaración de la tregua de ETA liquidó el consenso antiterrorista de las fuerzas catalanas vigente desde la transición, situó al terrorismo en el centro del debate electoral y fracturó aún más el maltrecho consenso entre los demócratas. El mejor freno a estas disensiones, creen ambos partidos, es un acuerdo que recupere la unidad rota en 2000 tras la firma del pacto antiterrorista. El problema estará en el método a seguir. Los socialistas están dispuestos a revisar el texto del pacto antiterrorista para adecuarlo a los tiempos que corren. Hoy, dicen los colaboradores de Zapatero, no existe un pacto de Lizarra que ligue al nacionalismo vasco con ETA y Batasuna, una circunstancia recogida de forma expresa en el preámbulo del acuerdo. «La ruptura del Pacto de Estella y el abandono de sus organismos constituye, para PP y PSOE un requisito imprescindible para alcanzar cualquier acuerdo político o pacto institucional con el PNV y EA», reza la introducción.

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