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| Análisis | Suma y resta |

Los efectos de la «cocina»

En el 2000 el Centro de Investigaciones Sociológicas rebajó a la mitad la ventaja en intención de voto del PP y ahora la duplica

Publicado por
Enrique Clemente - redacción
León

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La «cocina» produce extraños efectos en las encuestas del CIS. Así, en el 2000 convirtió los diez puntos de diferencia a favor del PP sobre el PSOE reflejados en la intención directa de voto expresada por los encuestados en sólo cinco, tras ser debidamente «corregidos» y presentados como «estimación de voto». En esta ocasión ha sido justo al revés, los 3,4 puntos favorables al partido de Rajoy se han transformado en 6,7 tras aplicar unos esotéricos mecanismos correctores. Julián Santamaría, que fue director del CIS (1983-87), considera bastante ajustada y verosímil la cifra que la macroencuesta otorga al PP, pero estima baja la que da al PSOE. «A la vista de las diferencias en voto directo (3,4%) y voto+simpatía (1,4%) me parece que la diferencia es exagerada, creo que debería ser como mucho de cuatro puntos». Pero no considera que haya habido una «gran manipulación». Resulta significativo que los resultados reales del 2000 se aproximaron mucho a los de intención directa de voto de los consultados reflejada por el CIS y no a la estimación efectuada posteriormente por sus «cocineros». En efecto, en la encuesta de este organismo dada a conocer el 3 de marzo del 2000, la última antes de las elecciones del 12 de marzo, la «cocina» se hizo a la inversa que ahora. El PP aventajaba al PSOE en 10 puntos en intención directa de voto (29,5% por 19,3%), pero esa diferencia se recortó a la mitad cuando se trasladó a estimación de voto (41,6% por 36,6%). La diferencia era practicamente al misma en el apartado voto+simpatía (34% frente a 24,4%). Al partido liderado por Aznar se le otorgaron entre 163 y 168 escaños y al comandado por Almunia entre 138 y 143. El batacazo del CIS fue monumental, ya que la diferencia fue de algo más de 10 puntos (44,52% por 34,16%), con 183 diputados para el PP y 125 para el PSOE. La vulgarmente llamada «cocina» consiste en repartir los votos que responden «no saben» y «no contestan» a la pregunta «¿a quién va a votar?» entre los distintos partidos políticos. Como asegura Joaquín Arango, que fue director del CIS (1991-96), «hay que suponer lo que van a votar». Y eso se hace, según Julián Santamaría, mediante «un criterio de distribución razonable». El método consiste en repartir los votos de quienes se niegan a revelar qué papeleta introducirán en la urna aplicando una serie de mecanismos correctores. Estos son: la simpatía expresada por un partido, el recuerdo de a quién se votó en las anteriores elecciones, la autodefinición ideológica del encuestado o su valoración del Gobierno y de la oposición. A veces es necesario efectuar un «reequilibrio de la muestra», si se observa que los datos resultantes de la pregunta «¿a quién votó en las últimas elecciones?» no se corresponde con los resultados auténticos.

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