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Mariano, en casa del Señor Oscuro

En la patria chica de Carod, Rajoy habló en dos pequeños aforos, cultivó una imagen centrista y vendió los éxitos económicos de Rato; además quiso aclarar que el líder republicano «no es Cataluña»

Mariano Rajoy, ayer en el mitin de Salamanca

Publicado por
León

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El marianismo tiene dos patas: los boyantes datos macroeconómicos que firma Rato y la unidad de España, que según remacha Rajoy, sólo está garantizada por el PP. Así de «sensata» y «razonable» es su percha electoral. Pero claro, una ensalada sin aliñar no sabe, es menester agregarle un chorretón de vinagre. Y el PP lo ha encontrado en el providencial gambazo de Carod. Rajoy pasó la mañana en Tarragona. La patria chica del Señor Oscuro. La cita presentaba un doble morbo: ¿le zouparía Mariano a Rovira según acostumbra?, ¿se atrevería a hablar del Plan Hidrológico en la provincia que va a pandar como donante de agua para Murcia, Valencia y Andalucía? Rajoy suele alardear de que «yo digo lo mismo en cualquier lugar de España». No siempre. Hace unos días, pateando la España sedienta, las bondades del trasvase constituían el meollo de su discurso. Ayer, en la provincia del amenazado Delta del Ebro, no hubo ni una referencia al agua. Sí hubo estopa fina para el ya mítico Carod. Fue, eso sí, un repaso con garbo. Rajoy se remontó incluso a sus ya remotos días en la política gallega: «Yo he sido vicepresidente de la Xunta. Y allí me han puesto de vuelta y media. Pero cualquiera entiende que eso forma parte de lo normal; salvo un señor que, como nunca le habían dicho nada, habla de linchamiento mediático». Haciendo gala de unas facultades teatrales inéditas, Rajoy parodió las exigencias de Carod a Maragall: «Llama al presidente de la Generalitat y le dice, 'oye, chaval, cuidado que tú dependes de mi'». Y como broche: «Carod no es Cataluña, igual que Aznar no es España». En Cataluña, el musculoso PP vive la paradoja de ser un partido esmirriado: es la cuarta fuerza. Se nota: la protec-ción policial era extrema (anteayer unos cafres les detrozaron la sede de Tarragona), y los dos mítines se celebraron en escuetas salas de hotel. En las banderolas que llevaba el respetable ponía «Nuevas Generaciones», pero casi todos los que las portaban vieron torear a Manolete. La segunda cita de la batida relámpago catalana era un almuerzo-coloquio con empresarios de Reus. No hubo almuerzo ni coloquio. Rajoy anda pillado y no se quedó a comer. Todo se resolvió con una descarga de diez minutos, en la que Mariano apabulló a los potentados locales con los números de Rodrigo. Asumamos que el paquetón impresionaba: superávit del Estado del 0,6%, 3.000 millones más para el fon-do de pensiones, crecimiento del 2,4% (seis veces la media de la Unión Europea). Además, para tranquilidad del sosegado pueblo catalán, hubo declaración de fe centrista: «Yo estoy en el centro político. Creo en un país razonable, sin tonterías». Ahora falta por vez si los ciudadanos votan con la razón... o con el corazón. «El señor Carod no es Cataluña, del mismo modo que el señor Aznar no es España. Es más, yo creo que le hace mucho daño a Cataluña» MARIANO RAJOY

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