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La madre de Dolores muestra una foto de su hija

Publicado por
Alejandro Martínez - bayona
León

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José Grela no para de repetir que está vivo de milagro. Este santiagués de 37 años, afincado en Madrid desde hace 13, perdió el tren que fue objeto del atentado en la estación de Santa Eugenia porque se quedó dormido. La suerte también estuvo del lado de su esposa, María Dolores Varela, de la misma edad, natural de la localidad pontevedresa de Baiona, que pasó por la estación de Atocha veinte minutos antes de que se produjera la masacre. Su mujer utiliza el tren a diario para desplazarse desde su casa de Alcalá de Henares hasta el centro de Madrid, donde trabaja como ingeniero químico en la empresa Enagás. Dolores conoció la noticia del accidente nada más llegar a la oficina. Tres compañeros suyos iban en uno de los trenes siniestrados, pero lograron salvarse milagrosamente porque no iban en los vagones de la muerte. Ayer reconoció que también podía haber sido una víctima más, porque estuvo a punto de perder el autobús que coge habitualmente para desplazarse desde su domicilio hasta la estación de tren de Alcalá de Henares. De haber sido así, se hubiera subido en uno de los ferrocarriles que fueron objeto de los atentados. Poco después de producirse las explosiones, su marido llegó al hospital Gregorio Marañón, donde trabaja como encargado de distribución de material médico. Allí fue testigo de la llegada de los muertos y heridos procedentes del dantesco escenario del que él mismo podía haber formado parte. Pasó los peores momentos de su vida pensando que su esposa podía estar entre las víctimas, pero pudieron hablar gracias al móvil. En Baiona, los padres de María Dolores también pasaron unos minutos de gran desesperación hasta saber que su hija y su yerno se encontraban bien. Su padre, José Varela es un activo militante del PP y conoció la noticia del atentado porque lo llamó el presidente local de su partido para comunicarle que acababan de suspender todos los actos relacionados con la campaña electoral. Tardó 10 minutos en saber que no le había pasado nada a su hija. Fueron los más angustiosos de su vida.