Muchos familiares acudieron a este tanatorio improvisado tras recorrer decenas de hospitales madrileños
Alta tensión en el recinto ferial en busca de seres queridos entre cadáveres sin nombre
En el pabellón seis del Ifema se vivieron escenas dramáticas y varios desfallecimientos
Jon Jairo Ramírez, un inmigrante colombiano de 36 años. Desaparecido en Atocha. Adriana y Liliana lo buscan en Ifema, en el complejo ferial de Madrid situado en el Campo de las Naciones. Son sus primas y tienen una certeza que borra esperanzas: tomó el tren junto a un compañero que ya se encuentra entre la lista de falleci-dos. Había encontrado trabajo hace dos semanas. Ifema se convirtió ayer en un inmenso tanatorio abarrotado de muertos sin nombre y de familiares desesperados que llegaban a las instalaciones después de haber recorrido los hospitales madrileños sin encontrar a sus seres queridos. «El día más negro en la historia de Madrid», tal y como lo calificó su alcalde, Alberto Ruiz Gallardón, quedó patente en un sinfín de familiares directos, allegados y amigos que se personaron para obtener una información que en muchos casos sólo consistía en confirmar un fatal presagio. No había apenas datos, ni una lista ya que la identificación de un gran número de víctimas era imposible. Un largo pasillo acordonado separaba la entrada norte del lugar en el que un ascensor llevaría a los familiares hasta la primera planta. Allí, asistidos por psicólogos y médicos, se intentaba localizar alguna seña de identidad que pudiera esclarecer algo acerca de las posibles víctimas. Ramoni Garrido, psicóloga del Ayuntamiento de Madrid, apuraba un suspiro de descanso antes de volver a una guerra perdida en la que es obligatorio luchar sin miramientos: «Sólo podemos ayudar a que no se sientan solos, a canalizar lo que está pasando. Sobre todo, ofrecerles respeto porque la primera reacción es de rebeldía para negarse a admitir lo ocurrido», relataba. Mientras esa delicada operación se llevaba a cabo, los familiares fueron acudiendo hasta el pabellón 6 y allí se vivieron escenas dramáticas, de llantos y desfallecimientos. Efectivos del Samur, el servicio de urgencia de Madrid, Cruz Roja, sacerdotes, voluntarios de la Iglesia de la Cienciología, policías locales y nacionales se apelotonaban para que nadie se sintiera sólo en ese trayecto de cien metros entre la entrada y el ascensor que llevaba al denominado punto de información. En otra parte del pabellón, 80 forenses llevaron a cabo los todavía no concluidos trabajos de identificación. A las seis de la tarde eran 50 cadáveres ya con nombre.