El Gobierno de Aznar admite una «pista islámica», pero sigue aferrándose a la posibilidad de que fuera ETA
La red Al Qaida se atribuye el mayor atentado de la historia de España
Madrid fue escenario ayer de la mayor matanza terrorista de la historia de España. El brutal atentado costó la vida al menos 192 personas y causó heridas otras 1.430. Una decena de mochilas bomba, colocadas en cuatro trenes que circulaban por la vía férrea que une el Corredor del Henares con la capital, provocaron una carnicería que provocó muerte, desolación, indignación, caos, pánico en la ciudad. No hay precedentes válidos de atentados similares en territorio nacional. Ni siquiera los atentados de Omagh (Irlanda del Norte) o Casablanca (Marruecos) sirven de referencia; hay que dirigir la mirada hacia Bali (Indonesia), Kirkuk y Bagdad (Irak) para buscar salvajadas equiparables. La red terrorista Al Qaida, encabezada por Bin Laden responsable de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, se atribuyó la masacre en una carta dirigida al diario árabe Al-Quds Al Arabi, que se publica en Londres. «El escuadrón de la muerte ha conseguido penetrar en el corazón de los cruzados europeos e infringir un golpe doloroso a uno de los pilares de la alianza cruzada, España», afirma el texto fi rmado por las Brigadas Abú Hafs al-Masri/Al Qaida». Fuentes de la lucha antiterrorista aseguraban anoche que en las acciones participó al menos un terrorista suicida, aunque esa información no pudo ser confi rmada a la hora de cerrar esta edición. El Gobierno no descartaba anoche ninguna línea de investigación sobre la autoría de los asesinatos y analizaba cuidadosamente el comunicado de Al Qaida. Pasada la una de la tarde, el ministro del Interior, Ángel Acebes, había afirmado que no tenía «ninguna duda» de que ETA era la responsable. Sin embargo, en una nueva comparecencia, a las ocho y media de la tarde, reveló que la policía había encontrado en Alcalá de Henares -de donde partieron los trenes con las bombas- una furgoneta, que había sido robada el pasado 28 de febrero, con siete detonadores y una cinta en árabe con versículos del Corán. Acebes dijo que ese tipo de grabaciones suelen utilizarse para la enseñanza y que no contenía ninguna clase de amenaza. «ETA no actúa así» De esta forma cobraba fuerza la teoría de que un comando islámico podría ser el causante de la tragedia. En ese sentido se había pronunciado por la mañana el líder de la ilegalizada Batasuna, Arnaldo Otegi, que negó cualquier relación con ETA con los atentados y se los atribuyó a la «resistencia árabe». En esa misma línea se había manifestado Europol, que consideraba que no correspondía al modus operandi de los etarras. En cualquier caso, el ministro insistía anoche en que seguía considerando como hipótesis más probable que la banda terrorista vasca estuviera detrás de la carnicería. Varios agentes de la Guardia Civil y de la policía, consultados a primera hora de la mañana por este periódico en el Pozo del Tío Raimundo, expresaban ya sus dudas acerca de que ETA fuera la culpable de lo sucedido. A estas horas ya apuntan la posibilidad de que los autores fueran extremistas de la red Al Qaeda. «ETA no actúa así, siempre avisa antes de que exploten sus bombas, no ponen los artefactos de forma indiscriminada», aseguraba uno de ellos a este periodista. Los terroristas colocaron trece mochilas bomba con unos cien kilos de explosivos, fundamentalmente dinamita, diez con entre y 8 y 10 kilos y otras dos con entre 11 y 12, en cuatro trenes de cercanías que unen diversas poblaciones: el este y el sur de la comunidad con la capital. Diez de ellas explotaron a partir de las 7 y 39 minutos de la mañana en las estaciones de Atocha, en la calle Téllez, a unos 800 metros de allí, y en los apeaderos del Pozo del Tío Raimundo y Santa Eugenia. Las otras tres fueron explosionadas por los Tédax, en la estación de Atocha y en el Pozo del Tío Raimundo. Las explosiones tuvieron lugar en plena hora punta cuando los convoyesm, que tienen capacidad para transportar a más de seis mil pasajeros, iban repletos de obreros y estudiantes que utilizan a diario el tren de cercanías de Renfe para acudir a sus puestos de trabajo o sus lugares de estudio. La hora elegida buscaba causar el mayor número de muertos posible y estaba diseñado especialmente para golpear a ambos colectivos. La matanza pudo ser aún mayor si los terroristas hubieran logrado su objetivo que, según fuentes policiales, eran que los dos trenes de Atocha explosionaran a la vez. De no ser porque uno de ellos se retrasó dos minutos, el edificio se hubiera derrumbado y habría aumentado espectacularmente el número de víctimas. Los atentados, que se produjeron sin previo aviso, provocaron escenas dantescas en los cuatro escenarios. Restos humanos diseminados por todas las partes de las estaciones, cadáveres calcinados en sus asientos o destrozados entre los amasijos de hierro, heridos con los rostros ensangrentados o mutilados familiares buscando dramática y desesperadamente a los syos, ambulancias por toda la ciudad, hospitales abarrotados. Tras las explosiones tuvieron que ser improvisados diversos hospitales de campaña, donde eran atendidos los primeros heridos que luego eran trasladados a diversos centros hospitalarios madrileños. «Sólo en la guerra» «Esto sólo se puede ver en una guerra», aseguró Juan Redondo, jefe de los Bomberos de la Comunidad de Madrid. Un viandante era tan gráfico como contundente: «¡Qué fácil es matar a gente que va a trabajar por la mañana!». Madrid estaba en estado de máxima alerta Madrid estaba en estado de máxima alerta, ante el convencimiento de que ETA preparaba un gran atentado en Madrid, después de haberlo intentado en dos ocasiones en los tres últimos meses. La denominada operación Genil tenía como objetivo blindar la capital. Incluía controles en todas las vías de acceso a la capital y contaba con la colaboración de 200 agentes. Es evidente que los terrorista burlaron todas las medidas de seguridad. Los ciudadanos de Madrid se volcaron en ayudar a los heridos y en menos de tres horas ya habían satisfecho las necesidades de sangre demandadas por los hospitales. Los cadáveres fueron trasladados al pabellón número 6 de Ifema en el Parque Ferial Juan Carlos I, donde un total de 80 forenses trabajaron en la difícil identificación de las víctimas y un centenar de psicólogos atendieron a los familiares. El presidente del Gobierno y sus antecesores en el cargo ocuparán el lugar central detrás de la pancarta que encabezará la manifestación convocada en Madrid a las siete de la tarde de este viernes. También ocuparán un lugar preferente los líderes del PSOE e IU. «Los terroristas pretendían que dos trenes estallasen al mismo tiempo en la estación de Atocha de Madrid para destruir el edificio y matar miles de personas»