«No puedo parar de llorar»

«No puedo parar de llorar. He visto morir a una mujer embarazada y siento su muerte como si fuera la de mi propia hija». Quien así se expresa es Charo, una mujer mayor que el jueves salvó la vida casi de milagro y que ayer acudió al Hospital Gregorio Marañón para donar sangre. Treinta horas después de las bombas, el centro, uno de los más grandes de España, seguía recibiendo a familiares de desaparecidos que buscaban alguna noticia de los suyos. Como muchos médicos y trabajadores sanitarios, algunos de los cuales llevaban más de 24 horas sin dormir al haber doblado sus turnos, los amigos y parientes empezaban a mostrar los primeros síntomas de agotamiento. «Mi hermana tiene los pulmones destrozados y los tímpanos perforados», aseguraba un joven con los ojos hinchados. Afortunadamente, algunos testimonios recogidos en el Gregorio Marañón sirvieron para dejar algún lugar a la esperaza. Fue el caso de una mujer de 40 años que no quiso dar su nombre, que lucía la primera sonrisa en muchas horas. «He visto a mi hija. La pobre estaba muy preocupada porque no aparecía su bolso por ninguna parte. Ya se pueden imaginar lo que me importa a mí ahora su bolso. Es como si hubiera vuelto a nacer, igual que el día que la tuve por primera vez en mis brazos», explicaba con una mezcla de nerviosismo y alegría.