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España se quedó pequeña

Los españoles salen a la calle para condenar la matanza y Madrid vive la mayor manifestación de su historia con 2,4 millones de personas

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Marta Suárez/Paula de Las Heras - madrid
León

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Madrid se quedó pequeño. La manifestación en respuesta a los atentados terroristas que convirtieron el 11 de marzo en el día más sangriento de la democracia fue también la mayor de las celebradas en los últimos 25 años. Nunca antes tanta gente había unido su voz contra un único objetivo: el terrorismo. En silencio o con sus gritos, con pancartas o con las manos blancas, dos millones trescientas mil personas -según datos de la delegación del Gobierno- colapsaron las principales arterias de Madrid. La marcha debía haber arrancado en la Plaza de Colón a las siete de la tarde, pero ya desde una hora antes el tránsito se hizo imposible desde el Paseo de la Castellana hasta la estación de Atocha. La cabecera de la manifestación con los dirigentes políticos, sindicales e incluso, por primera vez en la historia, miembros de la Casa Real -estuvieron el príncipe Felipe y las infantas Elena y Cristina- se perdió entre la riada de ciudadanos que llegaron a pie, en metro, en autobús y en trenes de cercanías gratuitos desde las cuatro de la tarde. Las principales carreteras de acceso a la capital quedaron bloqueadas. Los comercios cerraron antes de tiempo. Las empresas dieron permiso a sus empleados para que se sumaran a la protesta. Todos bajo un mismo espíritu: «en ese tren íbamos todos. No al terrorismo.» Las banderas de España con crespones negros ondeaban en muchos balcones del recorrido. La muchedumbre, desde el aire, era una auténtica marea de paraguas. Ni siquiera la intensa lluvia fue capaz de disuadir a los madrileños, oriundos y de adopción, de su deseo de hacer frente al terror. Con el cuerpo empapado y las manos heladas caminaron juntos, sin prisa, ajenos al agua y a todo lo que no fuera expresar su dolor, su repulsa hacia los asesinos y su esperanza en un mundo libre de atentados. «La violencia -rezaban varios carteles- es el miedo a los ideales de los demÁs». En este encuentro multitudinario no hubo nacionalidades, ni tampoco ideologías. «Izquierda, derecha contra el terrorismo», gritaba un grupo de jóvenes en la Plaza de Colón antes de que arrancara la manifestación. Marroquíes, peruanos, ecuatorianos, norteamericanos, franceses, italianos, chinos....Los asesinos no discriminaron y el dolor y la solidaridad tampoco. «Si alguien sufre, sufrimos todos», comentaban los empapados manifestantes. Ayer, en las calles de Madrid sólo faltaron -como recordaron muchas de las pancartas que sobresalían por entre los paraguas- las 199 personas que este jueves perdieron la vida en los atentados de Atocha y las 1.463 que resultaron heridas. Desconcierto La unanimidad en el sentimiento de apoyo a las víctimas contrastó, sobre todo en un primer momento, con el desconcierto que imperó entre los ciudadanos más cercanos a la cabecera, que no sabían muy bien a qué lema atenerse ni en quién personalizar su rabia. Los gritos contra ETA y contra Al Qaeda se mezclaban en el aire. A las siete y veinte de la tarde, los portadores de la pancarta principal -con las víctimas, con la Constitución, por la derrota del terrorismo- comenzaron a andar hacia la estación en la que se sufrieron los atentados, primero en silencio y después envueltos en una reivindicación directa para el jefe del Ejecutivo, José María Aznar «¿Quién ha sido?» «Queremos saber la verdad», demandaban con insistencia. También esta parte de la manifestación fue la más politizada; no sólo porque en ella estuvieran los representantes de los principales partidos -el secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero y el del PP, Mariano Rajoy; el coordinador general de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares o la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre y el alcalde Alberto Ruiz-Gallardón- sino porque los gritos contra los asesinos se mezclaron con increpaciones al Gobierno por su apoyo a la invasión de la guerra de Irak. Los principales responsables de este hecho fueron dirigentes de IU que solicitaron a sus simpatizantes, a través de un comunicado, que acudieran a la movilización con pegatinas y pancartas de No a la guerra . Fue una señal de protesta por lo que consideran un intento del Ejecutivo de ocultar datos de la investigación sobre los atentados ante la posibilidad de que su autoría corresponda a terroristas islámicos. Pero unos metros más atrás, predominaban las palomas blancas, los símbolos de la paz y carteles con los nombres de los fallecidos. En toda la tarde no paró de llover. Pero esta vez, Madrid dio otro significado a la lluvia. «No está lloviendo, el cielo está llorando». Europa, en La Castellana Europa se unió en Madrid en contra del terrorismo. Primeros ministros, jefes de la diplomacia, embajadores, representantes de la Comisión Europea se sumaron a la gigantesca manifestación que durante más de dos horas colapsó el centro de la capital para mostrar solidaridad con las víctimas. Gobierno y oposición marcharon codo con codo junto a dirigentes empresariales y sindicales, presidentes de instituciones y representantes de todos los sectores de la sociedad. En la cabecera de la protesta, junto al Príncipe Felipe y las infantas Elena y Cristina, marcharon el presidente del Gobierno, José María Aznar; los ex presidentes Leopoldo Calvo Sotelo y Felipe González; los líderes del PP, Mariano Rajoy; del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero; de IU, Gaspar Llamazares; el ministro Ángel Acebes y los presidentes del Congreso y del Senado, Luisa Fernanda Rudi y Juan José Lucas; y del Tribunal Supremo, Francisco Hernando, y del Constitucional, Manuel Jiménez de Parga. A su lado caminaron el presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi y el alto representante de la UE para la Política Exterior, Javier Solana; el primer ministro francés, Jean-Pierre Raffarin; el jefe del Gobierno de Italia, Silvio Berlusconi; el primer ministro portugués, José Manuel Durao Barroso; el secretario general de la Otan, Jaap de Hoop Scheffer; los ministros de Asuntos Exteriores de Alemania, Joschka Fischer; de Suecia, Laila Freivalds; de Argentina, Rafael Bielsa y de Marruecos, Mohamed Benaisa, y los comisarios europeos Antonio Vitorino, Pedro Solbes y Loyola de Palacio. El alcalde de París, Bertrand Delanoé; el vicesecretario general de la OTAN, Alessandro Minuto y el embajador en España de Estados Unidos, George Argyros, se sumaron también a la marcha. La convocatoria atrajo a otros dirigentes políticos que viajaron a Madrid para estar presentes en la protesta. El ex presidente de la Generalitat, Jordi Pujol desfiló cerca de los portavoces parlamentarios de CiU, Xavier Trías, y del PNV, Iñaki Anasagasti; de la presidenta de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, y del alcalde de la villa, Alberto Ruiz Gallardón. Un poco más atrás, el presidente de la CEOE, José María Cuevas; los líderes de Comisiones Obreras y de UGT, José María Hidalgo y Cándido Méndez; el Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, y el presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Rouco Varela, que nunca hasta ahora había participado en una manifestación. La lluvia, que no cesó de caer, no arredró a otras muchas caras conocidas que también se echaron a la calle para mostrar su repulsa a la barbarie. La Duquesa de Alba y su hijo Cayetano debutaron como manifestantes, al igual que el ex presidente del BSCH, José María Amusátegui, o el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, y los jugadores Raúl y Guti. A su lado, desfiló otro más versado en estas lides, el director general del club, Jorge Valdano. Por primera vez en la historia, la Casa Real estuvo en la manifestación Los gritos en contra de ETA y Al Qaida se mezclaban poco a poco en el aire «¿Quién ha sido? Queremos saber la verdad», demandaban con insistencia los asistentes Primeros ministros, jefes de la diplomacia, embajadores y la Comisión Europea acudieron a la marcha Gobierno y oposición marcharon codo con codo junto a dirigentes empresariales y sindicales, presidentes de instituciones y representantes de todos los sectores de la sociedad

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