La inmigración acoge indiferente la gracia concedida tras la tragedia

«El precio de los papeles es un poco caro, ¿no le parece?». Quien así habla es un peruano con rasguños en la cara al que le sorprendió una explosión en la estación ferroviaria de El Pozo. «¿Que si me alegro? La verdad es que no estoy para festejos», dice este hombre, de unos 30 años, tez oscura y resignación pintada en el rostro, cuando se le pregunta si está satisfecho con el anuncio del presidente Aznar de conceder la nacionalidad española a los damnificados por la matanza del 11-M. «Todavía tengo el miedo metido en el cuerpo», apostilla. En las estaciones donde estallaron las mochilas se vertió la sangre de muchos españoles, pero también de inmigrantes extranjeros Según informó el Gobierno, entre los muertos figuras personas de varias nacionalidades: hay tres peruanos, dos hondureños, dos polacos, un francés, un marroquí, un colombiano, un cubano, un chileno, un ecuatoriano y un ciudadano de Guinea Bissau. Edgar es un ecuatoriano que espera noticias de un amigo que se encuentra ingresado en el Hospital Doce de Octubre. «Trabajo con él en una obra como albañil. Había quedado en un bar de Atocha, pero no llegó a aparecer. Seguro que se alegrará. ¿Sabe si se podrá traer a su mujer». A juzgar por las impresiones de trabajadores sanitarios, son bastantes los extranjeros que fueron atendidos en los hospitales. «Había bastantes latinoamericanos y algunos de países del Este. Quizá rumanos y polacos, pero no estoy segura», arguye Carmen, que trabaja como enfermera en el Hospital Gregorio Marañón. «No creo que haya habido personas sin atender porque no tuvieran papeles. Los latinoamericanos saben de sobra que aquí se atiende a todo el mundo». Según algunas estimaciones, el 28% de los casos atendidos en el Hospital Gregorio Marañón eran extranjeros. En este centro hay entre doce y quince personas extranjeras. «¿Qué si me alegro? No estoy para festejos; el precio de los papeles es un poco caro ¿no le parece?» UN PERUANO EN MADRID