Diario de León

| Crónica | La búsqueda más triste y desesperada |

Atrapados en el 11-M

La desesperación del jueves se prolongó hasta el viernes para las familias que seguían buscando a sus desaparecidos por los hospitales madrileños y en la morgue de Ifema

Los familiares de las víctimas de los atentados seguían llegando ayer al pabellón sexto de Ifema

Los familiares de las víctimas de los atentados seguían llegando ayer al pabellón sexto de Ifema

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Arantza Prádanos - madrid
León

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El 11-M no terminó a medianoche del jueves. Además de aquellos a los que se les paró el reloj y la vida entre las explosiones, decenas de familias seguían hoy atrapadas en el calendario, en la pesadilla de ignorar la suerte de un nieto, una cuñada, un amigo, un sobrino... Llegaron durante todo este viernes como náufragos al pabellón número 6 de IFEMA, la feria de Madrid, con la esperanza maltrecha y una foto del deudo para averiguar su suerte entre los cadáveres aún sin identificar en la 'morgue' improvisada tras la masacre.

. Un madrileño de mediana edad esgrimía ante las cámaras la foto tamaño carnet de su pariente, como poco antes lo hacía un abuelo desolado por el silencio de su nieta. Casi treinta horas después de los atentados, , sollozaba. Tampoco de muerte. En las mismas estaban Iliana Cancedo, ecuatoriana, a quien buscaba José, hermano de su cuñado; Rex, un adolescente filipino; Daniel, de 20 años, estudiante del INEF, y tantos otros más. Eran parte del puñado de desaparecidos en medio del infierno de los trenes mártires que a media tarde de este viernes seguían en paradero desconocido. Todos tenían que haber llegado el jueves, y no lo hicieron, a sus citas con el trabajo, con la clase, con la familia. . La búsqueda de Álvaro Fernández Dávila terminó a primeras horas de la mañana, cuando los forenses que trabajaban a destajo en el 'pabellón de la muerte' del ferial confirmaron la identidad de su hermano y con él la de su sueño roto de una vida mejor lejos de Perú. Entre las familias inmersas en este 'via crucis', las había que alimentaban la ilusión de sus allegados estuvieran sumidos en el limbo de una amnesia -incluso un coma-, entre los heridos repartidos por distintos hospitales de Madrid, por más que los hubiesen rastreado uno a uno. Otros intuían que posiblemente fueran parte del contingente de los restos mortales.
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