Una gigantesca obra firmada por el arquitecto navarro Rafael Moneo
Aunque la estación de Atocha se ha mantenido en el mismo sitio desde su construcción, en 1892, la fisonomía del edificio no tiene nada que ver con el original. La cabeza del famoso arquitecto español Rafael Moneo (en colaboración con el ingeniero Javier Manterola) planeó su cambio de imagen, que se desarrolló entre 1986 y 1992. La idea: hacer coincidir en un mismo recinto el AVE, trenes internacionales, nacionales y de cercanías, el bus, el metro, los taxis y los coches particulares. El cambio más llamativo para los visitantes es el de la gran sala que hace de entrada y que acoge un jardín tropical. La estación se articula en varios niveles, que permiten al usuario acceder fácilmente a los distintos tipos de transporte. En el nuevo edificio, anexo a la zona histórica, se colocaron los servicios informativos y otras áreas, como la comercial, dedicadas al viajero. En el primer nivel se accede a los trenes de cercanías; en el segundo, a los de alta velocidad, a los nacionales y a los internacionales, y el tercero se destina al metro. La parte alta es aparcamiento. Estación muy robusta El arquitecto Emilio Tuñón, que colaboró en el estudio del creador de la nueva estación de Atocha (Rafael Moneo) explicaba ayer que «la terminal de cercanías es muy robusta. Está sostenida por un conjunto de vigas isostáticas de hormigón, separadas cada una de ellas por una distancia de seis metros. Pienso que, aunque la explosión se produjera cerca del pilar central, la terminal no se derrumbaría». Tuñón opina que «quedarían afectados uno o dos elementos. Sin embargo -explica-, podría dañar el 10% del edificio y, dada la cantidad de gente que acude a Atocha en hora punta, muchas personas se verían afectadas». El arquitecto recuerda que, «además, hay que tener en cuenta que la onda expansiva rompería, con casi toda seguridad, los cristales de la cúpula y arrasaría todos los andenes causando un daño horroroso».