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Santa Eugenia arropa la soledad de siete niños

Unas 4.000 personas asistieron en el Colegio Ciudad de Valencia en Santa Eugenia a los funerales en los que siete menores han perdido padres, madres y abuelos en los atentados

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efe | madrid

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Unas 4.000 personas asistieron ayer al funeral por las víctimas del 11-M en el Colegio Ciudad de Valencia en Santa Eugenia (Villa de Vallecas), donde siete niños han perdido a uno de sus padres y otro alumno más a ambos, en una ceremonia llena de emoción contenida de padres, amigos y vecinos en el patio del colegio. La dirección del centro, que cifró los asistentes en unos 4.000, prefirió que no asistieran a la misa funeral los alumnos directamente afectados por la tragedia -que se quedaron en clase con sus compañeros y profesores haciendo otras actividades- ni los alumnos de tres a seis años, para quienes la ceremonia podía resultar demasiado emotiva. Al término de la ceremonia religiosa, en la que los alumnos rezaron por la pronta recuperación de las familias de las víctimas y de los heridos y por el «arrepentimiento de los terroristas», los padres de alumnos del centro llevaron las flores que habían adornado el altar al cercano apeadero de Santa Eugenia, donde el pasado jueves estalló uno de los trenes con el resultado de varias decenas de heridos y fallecidos. Emoción contenida También asistieron al funeral la madre de uno de los fallecidos en el atentado de Omagh que preguntó al director del centro por las familias afectadas, así como el defensor del Menor, Pedro Núñez-Morgades, y los concejales de Coordinación Territorial, José Manuel Berzal, y del distrito de Villa de Vallecas, Angel Garrido, que no pudo evitar llorar al finalizar la ceremonia. No fue el único, y aunque hubo alumnos, madres, padres y amigos que lloraron una vez más a los muertos y heridos en los atentados, el funeral «ha sido un ejemplo de contención», señaló Núñez-Morgades quien alabó la sensibilidad de la dirección del centro al evitar manifestaciones excesivamente emotivas y decidir que los alumnos con menos recursos frente al dolor no estuvieran en el funeral. Los rostros de los asistentes reflejaban serenidad, tristeza y gravedad pero ya no tanto miedo y angustia como en días anteriores, aunque las lágrimas volvieron a aflorar cuando los padres de los alumnos depositaron las flores del funeral en la estación, donde miles de velas, flores y lazos negros recuerdan la tragedia. Según explicó Núñez-Morgades, «ahora hay que volver a la normalidad y dejar que los niños vayan exteriorizando poco a poco sus miedos a través de dibujos o de la conversación».

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