Este leonés de 30 años creció en el barrio de La Sal y confía en recuperar con el tiempo la audición
Daniel Corral: «Quedé aturdido y sordo hasta que una policía me sacó de allí»
Hace una semana y como todos los días, Daniel Corral se despertó poco antes de las seis de la mañana junto a su mujer Aída en su domicilio de Rivas Vaciamadrid. Se duchó, se afeitó, se puso su traje y emprendió rumbo hacia su tren de cercanías. El de siempre. Hace una semana y como todos los días, subió a un vagón abarrotado de bostezos, rutinas y sueños, camino de la estación de Nuevos Ministerios, para acudir a su trabajo en una entidad financiera alemana. Pero, en esta ocasión, su viaje finalizaría en la estación de Atocha. Como todos los días, este leonés de 30 años que creció en el barrio de La Sal, observó en la emblemática y vetusta estación madrileña cómo su vagón -el tercero por la cola- se vaciaba de gente en busca de cafés y transbordos mientras él aprovechaba para ocupar por fin un asiento y continuar con la lectura de Caballo de Troya, de J. J. Benítez. Sin embargo, cuando abrió su libro sintió un fuerte ruido en el último vagón, en el que se agolpa la gente para subir o bajar. La primera mochila del 11-M acababa de estallar. «En ese momento, no pensé que era una bomba, me imaginé algún problema con las vías o con el dispositivo del tren», recuerda. El vagón en el que viajaba Daniel se vació en un instante. Él, como muchos pasajeros que acababan de salvar la primera cita con la muerte, acudió a la zona del último vehículo para ayudar a los heridos. Otros huyeron como pudieron. Se encontró con una trágica «niebla negra» que le acompañará en su cabeza el resto de su vida. «No tengo un recuerdo fotográfico de aquello», comenta aturdido, con la mirada perdida. «Sí me acuerdo de una muchacha que gritaba por su compañera, que tenía la cara destrozada», cuenta, guardándose para sí los datos más escabrosos y dramáticos de aquellos momentos. Reflexiona un momento y añade. «¿Sabes? Lo peor no son las imágenes, es el olor, el olor a carne humana mezclado con los explosivos es atroz, tardó un par de días en desaparecer de mi ropa». «No pasaría un minuto», recuerda Daniel, hasta que estalló su vagón en la zona trasera, justo en el lugar donde él había permanecido desde Rivas hasta Atocha. No recuerda haber visto nada extraño. «Es normal que la gente cambie las mochilas de sitio, las ponga arriba,..., el tren va demasiado lleno». Al oír la explosión, Daniel se cubrió, mientras la onda expansiva le desplazaba del lugar, sus oídos sufrían las consecuencias del estallido y un cristal buscaba su mano derecha. «Quedé aturdido y sordo», recuerda, pero siguió, desorientado, ayudando «hasta que una policía me cogió del brazo y me sacó de allí». Daniel llamó a su mujer, embarazada de ocho meses y que solía viajar con él en ese tren antes de la baja por maternidad, y decidió llegar al trabajo. «Cuando iba por la Castellana, iba pensando en qué cerca había estado de no conocer a mi hijo». De la delegación en Madrid de Commerzbank, donde tranquilizó a sus compañeros, partió rumbo a urgencias, donde le practicaron una audiometría y le confirmaron que había perdido gran parte de audición. «Me han dicho que recuperaré algo con el tiempo», apunta. Pudo llegar a casa ese mismo jueves y acabar de tranquilizar a mujer y a sus padres Manuel y Pilar, que residen en León. Daniel siguió los posteriores acontecimientos desde su domicilio. Acudió a la multitudinaria manifestación del viernes, cuando todavía se encontraba pequeños cristales enredados en su pelo, y a las urnas del domingo. La tragedia no le cambio su decisión. «Mi voto es ideológico; voté al paisano», asegura orgulloso. Pero recalca su indignación por el papel del Gobierno. «Lo que más me ha molestado de estos días ha sido la actitud de desinformación». Daniel no ha desarrollado odio. Sólo piensa ahora en «seguir adelante». En ver nacer a su hijo, en continuar su vida y en seguir haciendo sus visitas a León, a donde huye «en las fiestas de guardar». Mira las pequeñas secuelas en su mano derecha y habla resignado de sus oídos, y sólo piensa en futuro. «En ese momento, no pensé que era una bomba, pensé en un problema de las vías» DANIEL CORRAL Víctima del atentado «Una muchacha gritaba por su compañera, que tenía la cara destrozada» DANIEL CORRAL Víctima del atentado «Me siento totalmente afortunada porque no me acuerdo de casi nada» MARÍA ALONSO Víctima del atentado «Lo primero que pensé es que nos habían tirado algo » MARÍA ALONSO Víctima del atentado