Cerrar

| Crónica | Atocha no olvida |

Un altar civil para el recuerdo

Los madrileños convierten la estación de Atocha en un espontáneo monumento de homenaje a las víctimas en el que cientos de velas recuerdan la tragedia

Publicado por
Pacho Rodríguez - redacción | madrid
León

Creado:

Actualizado:

De manera espontánea, los madrileños han convertido la estación en un improvisado lugar para el homenaje y el recuerdo de las víctimas Huele a cera quemada y a pena. Hay miles de velas en la estación de Atocha. Una voz anuncia la inminente salida de un tren y se oye el ruido del ferrocarril. La megafonía suena a normalidad pero no es un jueves normal. Nada es igual en Madrid y menos en esta estación que, en su día, representó el progreso y la apuesta de los medios de transporte colectivo con el AVE como bandera. Los madrileños han querido que un punto del hall de Atocha sea el altar civil para el recuerdo de las víctimas del 11-M. Amanda es una rubia sevillana que llega hasta ese lugar con dos cirios de color blanco y una maleta. «No conozco a ninguna víctima. Soy de Sevilla y siempre que viajo paso por aquí. Creo que esto nos toca a todos¿» Varios centenares de personas se reunieron ayer para homenajear a los muertos. Había en el ambiente tristeza sincera. Esa pena que no se organiza. El tren salía con destino seguro a la esperanza. Se oía la voz de la megafonía que garantiza que el viaje de la vida continúa. Pero en el enorme rincón de las velas se podían leer cosas como esta: «Loli, todos estamos a tu lado. Cuidaremos a tu bebé». Nadie sabe ni podrá controlar hasta cuando en Atocha convivirán las velas de homenaje con el carácter de dinamizador civil que representan las estaciones de tren. Pero da la sensación de que si depende de los usuarios esta situación se mantendrá durante largo tiempo. «Se mastica el dolor» Encarna Gordillo, 41 años, vecina de Santa Eugenia, dos hijos de 12 y 9 años, sabe que Atocha es parte de su vida. «Cada vez hay más velas y me parece bien. Esto no hay que olvidarlo así como así. Se mastica el dolor y no se puede dejar solos ni a las familias ni a los que pasamos siempre por aquí», dice. Encarna pasa todos los días por el lugar de la velas. Era amiga de varios de los padres fallecidos en su barrio y que tienen hijos en el Ciudad de Valencia. Nadie sabe tampoco si hay más seguridad que antes del 11-M. «Si sirve de algo¿ Te aseguro que prefiero no pensar en esas cosas. No tengo más remedio que coger el tren», confiesa Pablo García, que es de fuera de Madrid pero quiere ver de cerca lo que ya desde la televisión le pareció estremecedor. «Por un mundo mejor». «El pueblo de Madrid nos olvida¿». Las reseñas cargadas de afecto y de tristeza, y que se suman a ese mundo de llamadas de viajes que es Atocha, son interminables. La huella del atentado será imposible de borrar. Nadie lo quiere. Fueron demasiados viajes truncados. Como el de Javier Garrote, de 21 años, o el de Mónica Martínez, de 32 y con una hija. Vivían en la zona de Pacífico. Ayer, dos mujeres, de manera anónima, vienen a recordarles como vecinos y amigos de sus hijos.

Cargando contenidos...