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Pese a las pistas, nadie investigó la relación de los integristas residentes en Madrid con Al Qaida y la resistencia iraquí | Crónica | Las pesquisas |

Los autores del 11-M están vinculados al 11-S, Casablanca y los atentados en Irak

La Policía descubre el organigrama de la trama internacional que hay tras los atentados de Ma

Una mujer enciende una vela en Chamartín por las víctimas del 11-M

Publicado por
Melchor Sáiz-Pardo - madridmadrid
León

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Diez días después de los ataques islamistas que sacudieron Madrid, la Unidad Central de Inteligencia Exterior de la Policía ha logrado componer el primer organigrama de los grupos terroristas que están detrás del mayor atentado de la historia de España. A posteriori, reconocen los expertos, ha sido fácil. La marea de información que desde hace una década se almacenaba en los archivos policiales sobre los radicales islámicos en España y que los funcionarios apenas tenían capacidad de procesar y valorar ha sido crucial para saber que detrás de las bombas de los trenes no sólo está Jamal Zougam y su grupo de acólitos, sino la inmensa red de Al Qaida. Una internacional del terror mundial que antes del jueves negro madrileño ya había atacado en Estados Unidos y en Casablanca. Y la misma que desde hace un año acosa a los aliados con una lluvia de bombas en Irak. Hasta hace diez días, los servicios de Información sólo hablaban de células durmientes en España, de grupos islamistas más o menos radicales pero dedicados únicamente a la propaganda, a la acogida de huidos en tránsito o a labores de apoyo a los terroristas (falsificación de pasaportes o tarjetas robadas). Quizás ahí -admiten los analistas policiales- radica la explicación de por qué las fuerzas de Seguridad no supieron anticiparse al 11-M. Cuando en noviembre de 2001, sólo dos meses después del 11-S, la Policía golpeó en la operación Dátil por primera vez a Al Qaida de cerca, pocos fueron los que en España advirtieron el alcance de las detenciones, aunque días antes del operativo el nombre del jefe del grupo, Imad Edim Barakat Yarkas, Abu Dahdah , ya circulaba entre el FBI y la CIA por su vinculación a los atentados del 11-S. Muchas pistas sin conclusión Durante meses, decenas de policías fueron destinados a la investigación de la célula de Abu Dahdah. «Pero nada hacía apuntar a que se prepararan atentados en España», recuerdan los operativos. Había pruebas de transferencias de dinero a Bosnia, Chechenia o Afganistán; de que el grupo islamista había reclutado muyahidines en España para mandarlos a la guerra santa por doquier; incluso de que el propio Abu Dahdah conocía al menos a cuatro de los terroristas de la célula de Hamburgo que en verano del 2001 pasaron por la costa mediterránea antes del 11-S (Mohamed Belfatmi, Mamoum Darkanzali, Ramzi Benalshib y el misterioso Shakur) para ultimar en Reus la operación con uno de los terroristas suicidas, Mohamed Atta. La figura de Atta y la pista española del 11-S lo eclipsó todo, pese a que ya había surgido el nombre de Jamal Zougam. «A los ojos de la Policía no era más que un joven islamista de inquietudes radicales, pero como tantos otros que aparecieron en las investigaciones que coordinaba el juez Baltasar Garzón», recuerdan los mandos de aquella investigación. El análisis posterior al 11-M ha desvelado que sí que había indicios que no se valoraron sobre la potencial peligrosidad de Jamal Zougam, que ya mantenía contactos con los grupos de Al Qaida en Noruega, en Francia y, desde luego, en su Marruecos natal. En julio del 2001, una comisión rogatoria francesa alertó de que Jamal y dos de sus compañeros residentes en Madrid, Mohamed Maher al Halak ( Chej Maher) y Khandul Najjar, estaban en el punto de mira de la policía gala. Las fuerzas de Seguridad españolas se limitaron entonces a cumplir la petición llegada desde París: registrar su domicilio en el barrio madrileño de Ventas. Amistades peligrosas Nadie en los servicios de Información dio la importancia debida a las amistades de Zougam con algunos de los islamistas más radicales de los Leones Eternos de Marruecos Desde agosto de 1996, la Policía española sabía que el cabecilla del 11-M frecuentaba en Valencia al que posteriormente sería cerebro de los atentados de Casablanca, su paisano Abu Mughen. También llama la atención que la Inteligencia española no se sorprendiera de que Zougam y su amigo Chej Maher mantuviesen contactos en Oslo con Najmuddin Farah Ahmad, el mulá Krekar , el mismísimo líder espiritual del grupo terrorista kurdo-iraquí Ansar el Islam, una célula ligada a Osama Bin Laden desde los tiempos de la ocupación soviética de Afganistán. Los propios servicios de Inteligencia noruegos habían advertido a los países aliados de que Zougam y Maher habían viajado varias veces a Oslo entre 1996 y el 2001 para encontrar al mulá. La Policía española incluso había descubierto que el propio Abu Dhadah era quien hacía gestiones para conseguir a los dos amigos los permisos para entrar en Noruega a través de un misterioso personaje llamado Abu Faruk. Es más, los investigadores españoles habían constatado que el rival de Abu Dahdah para hacerse con el control de la célula española de Al Qaida, Abdulla Khayata, llegó a entrevistarse con el mulá Krekar en marzo de 1996 en el país escandinavo. Cuando la CIA señaló a los terroristas de Ansar el Islam como los autores de los atentados contra la sede de Naciones Unidas en Bagad nadie desempolvó los informes españoles, noruegos y norteamericanos sobre las relaciones de integristas residentes en Madrid con Al Qaida y la resistencia iraquí. La Policía sigue investigando la forma en la que el español José S. T., ex minero prejubilado asturiano, accedió al explosivo -ls investigadores descartan ahora un asalto al polvorín de Avilés (Asturias)- y se lo hizo llegar a los responsables de la masacre del 11-M. Mientras, la Brigada Provincial de Información de la Policía Nacional ha desplegado en la Comunidad de Madrid un vasto dispositivo para encontrar el piso o local donde los terroristas islámicos fabricaron las trece mochilas bomba colocadas el 11-M. La búsqueda se centra en el barrio de Lavapiés de la capital y en localidades del denominado Corredor del Henares. Tres de los cuatro detenidos el jueves en Madrid son marroquíes: Abderrahim Zbaj, nacido en Tánger en 1971, licenciado en Ciencias Químicas en 1995 y residente en España desde 1999; Mohamed El Hadi Chedadi, nacido en Tánger en 1966 y residente en España desde 1985; y Farid Oulad, nacido en 1970 en Duar Ighil y residente en España desde 1997, que trabaja como obrero de la construcción. Sus declaraciones en los interrogatorios policiales han permitido a los investigadores relacionarles con la fabricación de las trece mochilas explosivas. Por eso, desde ayer hay un amplio dispositivo para buscar el taller que debieron utilizar. Al menos tres viviendas fueron registradas. Los expertos sospechan que en uno de esos pisos se habrían fabricado a principios de marzo los artefactos explosivos preparados para ser activados con las alarmas de los teléfonos móviles a los que iban adosados. Fuentes de la lucha antiterrorista desvelaron que alguno de estos tres detenidos, además, estaría entre el grupo que que el 11-M abordó entre las siete y las siete y cuarto los trenes en la estación de la ciudad complutense para colocar las bombas. No obstante, otros terroristas de origen magrebí, aún no detenidos, también participaron en la colocación de las mochilas-bomba junto al ya capturado Jamal Zougam, que sería uno de los máximos responsables del comando. Respecto al cuarto detenido en la Comunidad de Madrid, no hay dato alguno sobre él, salvo la sospecha de que no es un ciudadano marroquí.

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